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Depositando en la Esperanza Eterna

Continuemos creyendo en los pilares del amor, la fe y el respeto para continuar por el camino de la conexión espiritual. Descubre en el siguiente artículo los versículos que iluminarán tu día.

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“Confío en Dios y alabo su palabra; confío en Dios y no siento miedo. ¿Qué puede hacerme un simple mortal?” Salmos 56:4

La fe y la esperanza son dos elementos fundamentales en la vida espiritual de cualquier persona, pero sobre todo en momentos de dificultad o crisis. Son como faros que iluminan el camino, que nos guían hacia la luz y nos dan la fuerza necesaria para seguir adelante. Es importante destacar que si no tomamos una decisión en momentos de crisis, el peso de nuestras cargas puede llevarnos a lugares que no son nada constructivos, sintiéndonos con un peso innecesario en nuestro interior. El temor reinará y la oscuridad será la que guíe nuestro destino.

En este sentido, es importante entender que la fe no es algo que se puede explicar con palabras, sino que se vive, se siente y se experimenta en el día a día. Es un don divino que nos permite conectarnos con lo sagrado, con lo trascendental, con lo que nos da sentido y propósito en la vida.

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“El sabio de corazón habla con prudencia, pero a sus labios añade sabiduría” Proverbios 16:23 

La esperanza, por su parte, es el motor que nos impulsa hacia el futuro, hacia la realización de nuestros sueños y metas, hacia la conquista de nuestras propias limitaciones y miedos. Es un sentimiento poderoso que nos ayuda a superar las adversidades y a encontrar el sentido de la vida en medio de la oscuridad.

Pero, ¿cómo podemos recuperar la fe y la esperanza cuando nos sentimos desanimados, desorientados o perdidos en nuestra propia vida? La respuesta es sencilla: acercándonos a Dios, experimentando su presencia y su amor en nuestro corazón.

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 “Por tanto, todo el que me oye estas palabras y las pone en práctica es como un hombre prudente que construyó su casa sobre la roca.” Mateo 7:24

El momento adecuado para acercarnos a la gracia del Señor es ahora. No debemos esperar a que las cosas cambien o mejoren para buscar la ayuda divina. Debemos ser valientes y animarnos a experimentar su presencia cercana cada día, en cada momento de nuestra vida.

Si lo hacemos, notaremos cómo todos los desafíos que estamos transitando se irán aclarando y resolviendo poco a poco, con paciencia y sabiduría celestial. El Señor nos observa y nos guía desde las alturas, nos conoce y escucha atentamente cuando estamos en oración. Su misericordia nos dará las herramientas necesarias para superar y ganar las batallas de la vida.


“Gracias Padre Celestial porque puedo compartir las pruebas de Tú amor, y guiar a mis seres queridos y amigos para que Te conozcan y encuentren Tu amor y Tu ayuda para solucionar cualquier problema o enfermedad que estén pasando. En el nombre de Cristo, amén.“ 2 Reyes 5:1-3

Es cierto que a veces las soluciones que esperamos tardan en llegar, o no llegan en el momento que nosotros creemos correcto. En esos casos, es importante recordar que los tiempos del Señor son perfectos, aunque distintos a los que nosotros como simples mortales podemos comprender. El Señor ya ha escuchado nuestras súplicas y se mantiene a nuestro lado hasta la resolución del conflicto o la instancia difícil que estemos atravesando.

Por eso, no debemos dejarnos maravillar con las bendiciones que Dios Padre nos brinda cada día, pues de allí se nutre gran parte de la fortaleza que necesitamos para seguir adelante. Si logramos priorizar el camino y la confianza en el Padre Celestial, estaremos habilitando un espacio que fue relegado y postergado por diferentes motivos.

Nos reencontraremos en este camino de esperanza y de fe depositada en El Salvador, el único que nos puede volver a guiar hacia su destino de vida eterna en el Templo de los Cielos.




Versículo diario:


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