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El legado eterno

Muchos son los momentos en nuestra corta existencia terrenal en los que debemos dar cuenta de lo afortunados que somos. Gozamos de una responsabilidad única e inigualable: orar a diario.

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¿Ves a un hombre precipitado en sus palabras? Más esperanza hay para el necio que para él.  Proverbios 29:20 

Como hijos de Dios, debemos entender que la oración es una tarea profunda. Aprenderlo  desde el comienzo de nuestra vida, como una forma de dialogar con Jesús y de poder extender nuestro agradecimiento hacia nuestro Padre Celestial. De amplificar su palabra y ponerla en el regazo de nuestros seres más queridos. Pidiendo por su protección,  iluminando nuestro horizonte, agradeciendo por todo lo que pudimos alcanzar y por sobre todas las cosas, debemos agradecer por el sacrificio que hizo Jesús por todos nosotros.

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Imagina por un momento que te encuentras un día volviendo a casa. Te topas con un chico que se interpone en tu camino y te dice “¿Ayudarías a alguien que no conocés?”. Ese pequeño vive en situación de calle. Su familia lo obliga a vender estampitas con imágenes de Santos en las esquinas. Tu te detienes y le consultas al pequeño “¿Alguna vez leíste el dorso de las estampas que vendes todos tus días?”

El niño se queda sorprendido. Con una mirada  por momentos desconcierta, acomoda el puñado de estampas y nos responde “No. Sólo quiero venderlas y poder volver con mi familia”. Ante su negativa, le pides ver todo el puñado de figuras que tiene a disposición. De pronto te topas con la imagen de San Francisco de Asis. La separas y la lees en voz alta:

“Oh, Señor, hazme un instrumento de Tu Paz. Donde hay odio, que lleve yo el Amor. Donde haya ofensa, que lleve yo el Perdón. Donde haya discordia, que lleve yo la Unión. Donde haya duda, que lleve yo la Fe. Donde haya error, que lleve yo la Verdad. Donde haya desesperación, que lleve yo la Alegría. Donde haya tinieblas, que lleve yo la Luz”.

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El pequeño se queda en silencio, observándonos atentamente. “Lo que en realidad estás haciendo pequeñito es llevar contigo la palabra de Dios” le dices. “Cada una de esas cartas representa un significado muy profundo e importante. Para las personas que llevamos adelante el camino de la Fe, simbolizan una guía, un manual de cómo vivir nuestras vidas”.

El rostro del niño comenzó a agrietarse hasta lograr un ceño totalmente fruncido. Sacas de tu bolso un pedazo de pan que habías comprado y se lo entregas al niño. Le devuelves la estampa de San Franciso de Asis y le comentas “Si en algún momento te sientes sólo, o te sientes triste o simplemente sientes la necesidad de hablar, puedes contar siempre con Jesús. Él te ama y siempre está dispuesto a escucharte, estés donde estés”. Mientras el pequeño devora el pedazo de pan nos devuelve una mirada algo desconfiada.


"No hay quien clame con justicia ni quien abogue con honestidad. Confían en la confusión, y hablan falsedades; conciben malicia, y dan a luz iniquidad. Incuban huevos de áspides y tejen telas de araña; el que come de sus huevos muere, y del que es aplastado sale una víbora" Isaías 59:4-5

Repregunta con un tono de voz algo dubitativo “¿Cómo puedo hablar con Jesús?” “Eso es algo que puedes hacer por medio de la oración” respondemos. “Orar todos los días te permite sembrar la Fe en tu corazón. La Paz en tu espíritu. Siempre recuerda que al orar debes agradecerle a nuestro Señor por su amor”. “También puedes pedirle que te de fuerzas en esos momentos en los que te sientes sólo y perdido.

Su amor es tan gratificante que sentirás de inmediato  su aliento en tu rostro”. Antes de marcharte le dices al niño “Comparte estas palabras con toda la gente que puedas, si no puedes hacerlo, no te sucederá nada malo, pero si lo haces, habrás transmitido el mensaje de Dios. Recuerda siempre: confía en nuestro Señor”.


“En el día que temo, Yo en ti confío. En Dios alabaré su palabra; En Dios he confiado; no temeré; ¿Qué puede hacerme el hombre? Salmos 56:3-4

Si confiamos en Dios, no tenemos absolutamente nada que temer. Dios está con nosotros. Oremos a diario pidiéndole que remueva todo el temor de nuestros corazones. Que el lugar del miedo sea reemplazado por la bendición de la esperanza. Con Fe y aceptando la voluntad de Dios, oremos todos los días recordando




Versículo diario:


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