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Tiempo de esperar (Parte II)

En el reino de Dios, esperar significa buscar más dirección del Señor mientras estamos en nuestras circunstancias presentes. Incluye tanto una actitud de expectativa —“Señor, ¿qué quieres que haga?”— como una de buena disposición: “Señor, estoy dispuesto a hacer lo que me pidas”. Es lo más sabio que podemos hacer, pero las cosas no siempre resultan tal cual las planeamos.

Entonces, debemos hacernos la siguiente pregunta: ¿Cuán paciente somos?


“Hermanos míos, tened por sumo gozo cuando os halléis en diversas pruebas, sabiendo que la prueba de vuestra fe produce paciencia.

Mas tenga la paciencia su obra completa, para que seáis perfectos y cabales, sin que os falte cosa alguna.” Santiago 1:2-4


Hay cuatro formas de probar nuestra paciencia:

La primera forma de probar nuestra paciencia son las interrupciones. Te sientas a la mesa a almorzar, ¡y suena el teléfono! Te estás bañando, ¡y un vendedor te toca el timbre! Estás trabajando en un proyecto, el cual tienes que entregar al día siguiente, ¡y llegan visitas!


Nuestros mejores planes son, muchas veces, interrumpidos, y no podemos evitar experimentar una sensación de irritación, frustración y sentir que estamos perdiendo el tiempo.


La segunda forma de probar nuestra paciencia son las inconveniencias. ¿Cómo luchamos con las inconveniencias en nuestra vida? ¡A nadie le gusta retrasarse! Vivimos sumergidos en un mundo que se rige por el reloj, donde, paradójicamente, no tenemos tiempo de estar esperando. Tenemos la mentalidad del microondas – queremos todo en segundos: Tenemos arroz al minuto, café instantáneo, y comida rápida. También queremos nuestra información al momento. A veces, crecer en paciencia y bondad parece ser muy difícil.


“Pero el Dios de la paciencia y de la consolación os dé entre vosotros un mismo sentir según Cristo Jesús, 6 para que unánimes, a una voz, glorifiquéis al Dios y Padre de nuestro Señor Jesucristo.” Romanos 15:5-6


La tercera forma de probar nuestra paciencia son las irritaciones. Son esas pequeñas cosas de la vida que nos fastidian. Cualquier motivo es válido a la hora de ponernos de mal humor: La congestión de tráfico, las largas colas, las llamadas telefónicas, la comida fría, los aviones retrasados, los vecinos con la música a todo volumen. Todos tenemos nuestra propia lista de irritaciones y sobre todas ellas debemos trabajar a conciencia.


Algunas de estas irritaciones son controlables, pero la mayoría no lo son. Así que tenemos que aprender a lidiar con estas irritaciones. ¿Cómo debemos lidiar con ellas? ¡con paciencia!

Para muchos de nosotros, nuestras irritaciones más grandes en la vida, son la gente en general. Todos tenemos encuentros con gente pesada e irritante, gente que absorbe toda nuestra energía y que, luego de haber pasado un rato con ellas, nos deprime un poco.


Tenemos que aprender la lección de la ostra: Cuando la ostra tiene una irritación – cuando se le mete un granito de arena –lucha con tanto empeño para quitársela de encima, que eventualmente, esa irritación se convierte en una perla. Debemos aprender a responder a las irritaciones de la vida positivamente. Eso te permitirá transformar tus irritaciones en perlas.


“Pero yo estoy como olivo verde en la casa de Dios; En la misericordia de Dios confío eternamente y para siempre. 9 Te alabaré para siempre, porque lo has hecho así; Y esperaré en tu nombre, porque es bueno, delante de tus santos.” Salmos 52:8-9

La cuarta forma de probar nuestra paciencia es la inactividad, el no hacer nada. La mayoría de nosotros prefiere estar haciendo algo, cualquier cosa, que estar sin hacer nada… simplemente esperando. No nos gusta esperar en el consultorio del doctor, ni estar en la cola del supermercado, ni tener que estar en cama por orden médica.




Versículo diario:


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