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Reparar lo que sentimos es una tarea muy especial. Amplia la manera de ver la vida con los siguientes versículos.
“No se inquieten por nada; más bien, en toda ocasión, con oración y ruego, presenten sus peticiones a Dios y denle gracias. Y la paz de Dios, que sobrepasa todo entendimiento, cuidará sus corazones y sus pensamientos en Cristo Jesús". Filipenses 4:6-7
En un mundo que se ahoga en la marea de la hiperconsumismo, con sus promesas ilusorias de bienestar, y que se encuentra abrumado por la avalancha de información constante, la cuarentena ha añadido otra capa de complejidad. Problemas económicos y desafíos sociales se ciernen como nubarrones en el horizonte.
En estos tiempos inciertos, la confianza, ese escudo natural que protege la vida, se tambalea. Muchos hermanos y hermanas enfrentan la posibilidad de perder la Gracia de Dios.
La pérdida de confianza en uno mismo y, por extensión, en nuestro Padre Celestial, es un desafío colosal. Sin embargo, en momentos como estos, la respuesta es clara: reaccionar con diligencia y buscar a Dios de una manera sincera y auténtica. La oración, imbuida de positividad, nos guiará hacia la Palabra de Dios, que actúa como bálsamo sanador, y nos conducirá de regreso al camino de luz que Dios ha trazado con amor infinito.
“Yo pongo toda mi esperanza en El Señor; mi alma espera en él, confío en su palabra”. Salmos 130:5
La inacción, en estos tiempos difíciles, es un peligro que debemos evitar. La pasividad nos arrastra a la depresión y aislamiento, aumentando la tentación de buscar refugio en los excesos.
Es crucial recordar que si no hacemos esfuerzos, no podremos cambiar las circunstancias adversas que enfrentamos. La inactividad engendra confusión y, en ocasiones, conduce a la arrogancia y la soberbia. Nuestro Creador nos diseñó para trabajar con un propósito, para lograr nuestras metas a través del esfuerzo impregnado de amor genuino y puro. Para que esto ocurra, es imperativo confiar plenamente en la gracia eterna y la Palabra perfecta de Dios.
“Confía en Él Señor, y haz el bien; Y habitarás en la tierra, y te apacentarás de la verdad”. Salmos 37:3
El cultivo de un espíritu de gratitud es un componente vital en nuestro viaje de fe. Cuando nos acercamos a Dios, reconocemos que Él siempre ha estado a nuestro lado, escuchándonos incluso en medio de nuestras dudas, rencores y enfados. Dios nos ha bendecido con la vida, una vida compuesta tanto de momentos buenos como de pruebas.
El Altísimo utiliza estas pruebas para fortalecer nuestra fe y compromiso hacia Él. Cuando respondemos a la llamada de Dios y tomamos medidas basadas en Sus enseñanzas, comenzamos a ver la realidad con mayor claridad.
“Estén siempre alegres, oren sin cesar, den gracias a Dios en toda situación, porque esta es su voluntad para ustedes en Cristo Jesús”. 1 Tesalonicenses 5:16-18
Celebrar nuestra caminata junto a nuestro Padre Celestial implica renovar el sentido de nuestros deseos y metas. La esperanza no es un concepto ilusorio e inalcanzable. Más bien, la Palabra de Dios nos instruye a ver la esperanza desde una perspectiva diferente. En este sentido, podemos afirmar que la esperanza es sinónimo de expectativa segura en la gracia del Señor.
Nuestra esperanza se desvanece cuando perdemos el contacto con Dios. Por el contrario, nuestras expectativas florecen cuando, al final del día, confiamos en que Él tiene un plan y un propósito para nuestra vida.