Un café con Dios.

Un café con Dios.

Publicado hace 1 mes

Una taza de café, una ventana y la presencia de Dios

Hay días en los que lo único que necesitamos es una pausa. Una taza de café humeante entre las manos, una ventana que nos regale vistas tranquilas —ya sea un jardín, una calle llena de vida o simplemente el cielo cambiante—, un libro que nos transporte, y un aroma que nos envuelva el alma. En esos pequeños detalles se esconde el arte de mimarnos, de consentirnos, de sanar con amor el corazón.

Comenzar el día con una taza de café es más que una simple rutina; es un ritual que invita a la calma y la reflexión. El aroma cálido y envolvente del café puede transformar cualquier mañana en un momento especial. Imagina sostener tu taza mientras te sientas junto a una ventana con vistas agradables. Este instante de tranquilidad es una oportunidad para detenerte y apreciar las pequeñas maravillas que te rodean.

Acompañar tu café con un buen libro es una forma de enriquecer tu mente y espíritu. La lectura te transporta a mundos nuevos, te ofrece perspectivas diferentes y te permite desconectar del bullicio diario. Al dedicar tiempo a un libro, te estás regalando un momento de introspección y crecimiento personal. Este acto de mimarte y consentirte es esencial para sanar tu corazón, brindándote paz y satisfacción en la simplicidad de un momento dedicado a ti mismo.

Vivimos en un mundo que constantemente nos exige: ser fuertes, ser productivas, ser todo para todos. Pero, ¿cuándo fue la última vez que fuiste todo para ti misma? Crear pasatiempos que nos conecten con el momento presente no es un lujo, es una necesidad emocional. Es decirle al alma: "Te veo, te escucho, y hoy quiero cuidarte."

Mimarte también es espiritual

Dios nos invita a la quietud, al descanso reparador del cuerpo, del alma y del pensamiento. Nos recuerda que también somos hijas, y que como hijas podemos recibir amor, cuidado y ternura. “Venid a mí todos los que estáis trabajados y cargados, y yo os haré descansar.” — Mateo 11:28

Ese descanso puede tomar la forma de un momento simple: leer unas páginas de ese libro que tenías pendiente, respirar profundo mientras observas la vida desde tu ventana, o permitir que una melodía suave te acompañe mientras conectas con tu interior. No subestimes el poder de las pequeñas cosas. Son ellas las que pueden transformar un día común en uno especial.

Observa. Comprende. Abraza.

Mira a tu alrededor. Las personas que cruzan la calle, quienes atienden en los comercios, los niños que juegan en la plaza, las mujeres que caminan con prisa... Todas llevan su propia historia. Algunas cargan dolores que no dicen, otras esconden sonrisas detrás de un “estoy bien”.

Esta empatía te conecta más profundamente con los demás y contigo mismo. Como se menciona en Filipenses 4:7, "Y la paz de Dios, que sobrepasa todo entendimiento, guardará vuestros corazones y vuestros pensamientos en Cristo Jesús"

Practicar la empatía también es parte de tu espiritualidad. Entender sin juzgar, escuchar sin interrumpir, ofrecer una palabra amable o una simple sonrisa. Eso también sana. “Sobre todas las cosas cuida tu corazón, porque de él mana la vida.” — Proverbios 4:23 Y cuidar tu corazón incluye abrirlo al amor hacia vos misma y hacia los demás.

Sé feliz con Dios siempre presente

La verdadera plenitud no llega del exterior. Llega del alma que reconoce a Dios en lo cotidiano. En ese café con aroma a hogar, en el aire que entra por la ventana, en el libro que acaricia tus emociones, en los suspiros que liberan tensión, en los silencios que no duelen.

“Estad siempre gozosos. Orad sin cesar. Dad gracias en todo, porque esta es la voluntad de Dios para con vosotros en Cristo Jesús.” — 1 Tesalonicenses 5:16-18

Mimarte no es egoísmo. Es honrar la vida que Dios te regaló. Es agradecerle cuidándote. Es abrazar tu historia con amor, sabiendo que no estás sola. Él está, incluso en los pequeños instantes.

La presencia de Dios en tu vida puede ser una fuente constante de alegría y guía. Mantener a Dios presente en cada momento te ayuda a encontrar alegría y propósito en las pequeñas cosas. Recuerda que tu felicidad depende de tu interior.

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