Grande, en todo sentido. En primer lugar, porque a ellos les han sido confiados los oráculos de Dios.

Romanos 3:2

Posicionando Nuestra Mirada en el Firmamento


Mi hijo adolescente quiere que le compre su primer teléfono móvil. Bastante reacio al tema, yo traté de convencerlo que no lo necesita, pero él me contestó que todos sus amigos tienen uno y que quiere estar en permanente contacto con ellos, motivo para mí más que suficiente.

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En sus tantos intentos por convencerme, me mostró uno en particular que viene con crédito cargado para comenzar a usar en el momento, cosa que me pareció bastante bien. Pero dejando un poco de lado el tema con mi hijo y su teléfono, pienso que ese ejemplo se puede aplicar a nosotros también.


Como hijos de Dios, todos venimos con ciertas características “de fábrica” a las que nos gusta llamar con el nombre de dones. Todo se oye maravilloso en teoría: algunos nacen con la capacidad de entregarlo todo; otros con el don de la empatía, y así sucesivamente. Pero el verdadero reto es qué hacemos nosotros con esos dones que Dios nos ha regalado.


Creo personalmente que es nuestro deber como hijos suyos, hacer crecer esos dones para luego poder transmitirlos a otros, para beneficiar a otros y de esa manera comenzar a cumplir el plan que Dios tiene pensado para sus hijos.


De esa manera obtendremos múltiples beneficios, a la vez que haremos a Dios orgulloso de nosotros; ayudaremos al prójimo y expandiremos la palabra de Cristo de una manera más efectiva: con acciones en vez de con sólo palabras.