“Hijo mío, obedece el mandamiento de tu padre y no abandones la enseñanza de tu madre.”

Proverbios 6:20

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Resulta común que cuando nos independizamos de nuestro hogar familiar nos encontremos en una especie de lejanía. Una forma de mostrar y demostrar que podemos valernos por nosotros mismos, que no necesitamos a nadie, puede hacernos caer en la soberbia. Alejarnos de nuestros padres como forma de rebeldía a veces, o para enseñarles que ya también somos adultos y que ahora tomamos nuestras propias decisiones en nuestros términos. Ser independientes tiene más que ver con aprender día a día a manejarnos en la vida, que con ser distantes con los que nos han formado en el amor de Dios.

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Mantener las buenas relaciones con nuestros seres queridos, e incluso continuar los correctos hábitos como cristianos nos mantendrá fieles a Dios Padre. Seguir con nuestros momentos de reflexión y conservar la costumbre de concurrir a misa. Podemos hacerlo solos en el momento en el que podamos o fijarlo como una cita para también hacerlo acompañados de nuestras familias y celebrar con ellos. Las tradiciones familiares como los encuentros en fin de semana, o las reuniones por aniversarios serán también formas de seguir trabajando esos vínculos una vez que dejamos el hogar y nos convertimos en adultos. Recordar y valorar a quienes nos formaron en la fe, a quienes nos han hecho los cristianos que hoy día somos es fundamental.