“Sobre todo, ámense los unos a los otros profundamente, porque el amor cubre multitud de pecados.”

1 Pedro 4:8

No soltar la mano del Señor


En determinados momentos podemos vernos tentados a abandonar al Señor. Las malas compañías o los consejos malintencionados nos pueden llevar a caminos en los que reina la oscuridad. Cuando nuestra voluntad no es la que habla cuando salen las palabras de nuestra boca, podemos cometer errores que serán muy difíciles de enmendar. Faltando el respeto a nuestro prójimo, desoyendo el consejo de nuestros familiares, siendo egoístas o mezquinos, nos estaremos adentrando en un sendero equivocado del que Dios no forma parte. Negando la ayuda que otros quieran darnos, o mostrándonos irreverentes y desconfiados ante la solidaridad de nuestros hermanos, evidenciaremos que algo nos está ocurriendo. Independientemente de si queremos verlo a no, tarde o temprano será imposible poder seguir con ese estilo de vida y tendremos que regresar a Dios.

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Alineados con nuestra fe podremos atravesarlos todo, así nos hayamos estado equivocando de manera irreversible. Con nuestra confianza puesta en Dios, nos estaremos entregando a una voluntad más fuerte que la que podamos tener nosotros mismos. Nuestro Padre nos guiará hacia la luz, hacia la verdadera fuerza del amor incondicional. Unirnos con Él y en Él, fundirnos con su mandato y siendo fieles devotos e hijos comprometidos, eso será lo que nos salve y nos mantenga al resguardo de las malas elecciones.