Justamente hoy recordaba cómo de pequeño me fascinaban las canicas. Durante mi época de estudiante en la escuela primaria, junto a mis amigos habíamos armado competencias de canicas; formábamos equipos que luego competirían en un campeonato armado por nosotros mismos. Las reglas del mismo consistían en que el ganador de cada partida se quedaba con la canica de los perdedores, situación que luego devenía en un intercambio de canicas posterior.
Y en resumidas cuentas, esa parte era la que más nos gustaba a todos, obtener las canicas ganadoras a cambio de dos o tres de nuestra parte. De la misma manera funciona nuestra relación con Dios, si se quiere: Él nos da todo, nos entrega todo aquello que nos es necesario para vivir una vida plena en Su camino y que nos deparará la suculenta recompensa de la vida eterna, pero Él también nos pide algo a cambio: que tengamos plena confianza en Él.
Es, digámoslo así, un negocio que nos nos beneficia en todo sentido, si tan sólo entregamos nuestra confianza a Dios. Recordemos entonces que son las pequeñas cosas las que hacen de nosotros dignos hijos de Cristo. Entrégale hoy tu confianza Dios y verás cómo tu vida da un giro importante.