Nuestra boca se ha abierto a vosotros, oh corintios; nuestro corazón se ha ensanchado. No estáis estrechos en nosotros, pero sí sois estrechos en vuestro propio corazón. Pues, para corresponder del mismo modo como a hijos hablo, ensanchaos también vosotros.

Corintios 6:11-13

Recuerdos que iluminan el sendero


Ayer fui a jugar con mi hijo al parque. Sentado en uno de sus bancos, observaba cómo el pequeño jugaba alegremente con otros niños a los que jamás había visto. Verlo tan alegre me hizo pensar en cuando yo era pequeño y en cuán fácil resulta hacer amistades cuando se es niño. Las relaciones son mucho más inmediatas, sin prejuzgar ni discriminar.

Publicidad

Creo que al crecer, el mundo nos impulsa a perder este grandioso accionar y en general, si no estamos atentos, empezamos a buscar prejuicios para separarnos y distinguirnos de otros.


Esos prejuicios significan sólo miedo injustificado, temor infundado y un error que en nuestra condición de creyentes debemos evitar. No perdamos nuestro espíritu de niños ante el paso de la vida.


Como niños, sin ser conscientes, aceptábamos el amor de Dios y lo practicábamos con gracia, haciendo que ese amor disipara todos los miedos. Ya más maduros, es nuestro deber continuar con esa lección y vivir con la alegría y esperanza de un niño el amor que día a día el Señor nos regala. Por eso es importante recordar que Dios nos está hablando siempre.


Queda en nosotros escuchar con atención. Exploremos hoy nuevas posibilidades para vivir con la esperanza de un niño, aprovechemos esta nueva oportunidad para amar y abrir nuestro corazón.