Llevaron hasta donde estaba Jesús con sus discípulos un niño enfermo, de mucha gravedad, que arrastraba esa dolencia desde su infancia. El niño tenía crisis violentas, dolorosas y peligrosas para su integridad, que acaecían sin previo aviso, en los momentos menos pensados. Su padre, pidiéndole ayuda, le dice a Jesús que él tiene Fe, pero cree que no la suficiente. Jesús lo escucha con Misericordia y Amor. Y cuando el padre del niño le preguntó a Jesús si podría curarlo, Jesús le contestó sin dudarlo: “Si puedes!” Es tu Fé la que lo curará, todo es posible si crees profundamente en Dios.
Es la Fé en Dios la que cura, consuela y revive. La que nos impulsa a seguir el camino cuando nuestros pies se llagan; la que nos mantiene en vela cuidando nuestros hijos; la que abre nuestro corazón al sufrimiento de nuestros hermanos; la que nos hace olvidar las ofensas y perdonar. Porque todo lo cura… Y la oración es el vehículo de nuestra Fé. Por eso no debemos desistir en nuestras oraciones, profundizar nuestra Fe y entregarnos a su Sabiduría y Misericordia divinas. Y Jesús lo curó. Y todos quedaron sorprendidos y cantando loas al Señor, nuestro Dios.