A cada paso en nuestro camino podemos encontrar al Señor, Él nos dice que está siempre cerca nuestro, está allí para nosotros. Y esto tiene gran importancia en nuestra vida cotidiana, porque nos advierte que está muy atento a lo que nos sucede, dispuesto a acercarse, tendernos una mano, y reconfortar nuestro espíritu. Como ese Amigo que jamás nos falla. Comprometernos a vivir siempre dispuestos para recibirlo en nuestra morada, nos acerca a nuestro Padre del Cielo.
Por ello debemos tener nuestro corazón puro, y nuestra morada pulcra y aseada. Cada día dedicaremos un tiempo a prepararnos, a purificar y sanar nuestro corazón, a volverlo hacia el Señor nuestro Dios, pues ese será el tiempo mejor invertido de nuestro dia.
Así como dedicamos momentos a asear nuestra vivienda, a procurarnos alimentos y cocinar, y alimentarnos. También nos higienizamos y vestimos, acudimos a nuestro trabajo y pasamos tiempo con nuestros seres queridos. De la misma forma debemos tener presente un tiempo para la oración. Pues a través de ella prepararemos nuestro corazón para recibir a nuestro Padre.
El tiempo en que oramos, el tiempo que le dedicamos a Él, el tiempo en el que preparamos nuestro corazón, ese es el tiempo que nos abrirá las puertas del Paraíso.