Y aconteció que cuando ellos vinieron, él vio a Eliab, y dijo: De cierto delante de Jehová está su ungido. Y Jehová respondió a Samuel: No mires a su parecer, ni a lo grande de su estatura, porque yo lo desecho; porque Jehová no mira lo que mira el hombre; pues el hombre mira lo que está delante de sus ojos, pero Jehová mira el corazón.

Samuel 16:6-7

Rompiendo las barreras del prejuicio


Hablando honestamente, ¿cuántas veces hemos juzgado a alguien por su apariencia sin antes llegar a conocer a la persona? El ser humano posee una costumbre que lo lleva a juzgar por las apariencias. Cuando conocemos a alguna persona, lo más probable es que por tal intuición tengamos la iniciativa de formarnos una opinión de ella basados en como lucen o en otros motivos distintivos.

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Sin embargo, se ha comprobado que nuestra intuición resulta errada en juzgar las características de una persona y su valor por cómo se nos presenta. El Señor, mediante su palabra y la profunda sabiduría que expresa, nos invita a pensar diferente, a juzgar a la persona por su corazón, por lo que realmente es. Detengámonos entonces, a la hora de tener una primera impresión.


Tomémonos el tiempo para conocer, compartir y convivir en armonía con aquellos que entran en nuestra vida, para de esa manera adentrarnos en su corazón y observar lo realmente importante. Aprendamos del Señor a mirar el interior, a descubrir cada sentimiento y no juzgar. Hagamos que lo esencial sea aquello invisible a los ojos, justo como el Señor cada día nos enseña.