“Pero yo le cantaré a tu poder, y por la mañana alabaré tu amor; porque tú eres mi protector, mi refugio en momentos de angustia.”

Salmos 59:16

Cansancio


Hace días que volvía a casa sin fuerza alguna siquiera para cenar. El trabajo y las obligaciones se habían vuelto agobiantes y ya no podía tolerar la frustración. Incluso había comenzado a descreer de la existencia de Dios, y de su gracia divina, porque nada de lo que pedía en oración sucedía. Creía que todo debía ser resuelto por Nuestro Padre, que Él me libraría de mis cargas personales sin tener que hacer sacrificio alguno. Quedarme esperando soluciones mágicas era mi peor defecto, cuando sabía en el fondo que si yo no me involucraba en mi propio bienestar, nadie podría hacerlo.

Publicidad

Entendí que no se trataba de mí mismo, que poner a prueba a nuestra fe no es suficiente cuando no estamos dispuestos a renovar nuestra devoción. Que requiere de una gran valentía poder hacer una pausa y evaluar en qué aspectos no somo sólidos como cristianos. También, dónde se encontraban mis falencias como hijo de Dios. Someter a nuestras propias actitudes a juicio muchas veces puede resultar incómodo pero puede ser muy revelador. Sobre todo, si podemos luego intentar modificar aquello que no nos está haciendo felices, eso que nos cuesta cambiar pero que debemos transformar para alcanzar nuestra paz.