Muchas veces nos encontramos en momentos decisivos en los que, el llevar con nosotros una base de conocimientos, esto hace que podamos actuar de una manera más sabia y prudente al elegir un camino. Lo mismo produce nuestra experiencia; nos permite reconocer más fácilmente qué camino evitar para no resultar heridos al final. Si no sabemos desarrollar esa intuición, conectar con nuestro espíritu, y recién ahí, al conocernos profundamente, también poder conocer al prójimo, será muy probable que caigamos una y otra vez en situaciones perjudiciales para nosotros. Entonces, ¿cómo cultivar esa prudencia? Otorgándonos tiempo para el conocimiento, manteniéndonos abiertos a la enseñanza, y a su vez al análisis de nuestras actitudes y emociones. Conocer nuestro interior nos dirá qué es lo que nos hace bien y servirá de espejo para lo que nos rodea.