Pero Ana hablaba en su corazón, y solamente se movían sus labios, y su voz no se oía; y Elí la tuvo por ebria.

Samuel 1:13

Contemplando el Arte de Amar al Prójimo


Ayer visité el tempo como todos los días, pero esta vez me detuve a prestarle atención a los hermanos y hermanas que allí se encontraban, particularmente observaba cómo ellos y ellas se comportaban en la casa del Señor. Siempre que puedo hago ese ejercicio, el cual tal vez me pueda dar una visión diferente a la hora de relacionarme con Dios.

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Muchos de ellos estaban en silencio, otros movían los labios y permanecían con los ojos cerrados, mientras algunos otros murmuraban sus oraciones. A la hora de comunicarnos con Cristo, podemos encontrarlo en el silencio de nuestra meditación sobre su palabra, en una oración a viva voz en la que expresemos nuestros sentimientos o también en una oración en silencio que nos una a Él mediante nuestros pensamientos y deseos del corazón. Él tiene acceso a todas las oraciones dirigidas a Él, ya sean habladas o no. De esa forma trabaja Dios y obra en nosotros.


Él conoce nuestros pensamientos, deseos o motivaciones y puede ver y oír cada una de nuestras súplicas en tiempos de angustia, escuchando además aquellas que nunca pronunciamos. La naturaleza omnipresente del Señor hace posible que siempre podamos tener la confianza plena de que Él oirá y responderá en sus tiempos perfectos a nuestro llamado.


Entonces, que queda de nosotros agradecerle por su cuidado, misericordia y presencia. Porque Él nunca fallará en el compromiso de siempre estar listo para nosotros, para colmarnos de bendiciones como siempre lo ha hecho.