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A veces creemos que mostrarnos “perfectos” nos hará mejores cristianos. La realidad es que no existe tal condición sino entendida por aquel que es fiel, devoto, dedicado, y fiel a Nuestro Señor. La lealtad como cristiano será uno de los valores mejor ponderados a los ojos de Nuestro Dios, y Él nos bendecirá con bonanza y alegría. Aquellos desaciertos que podamos cometer no nos alejarán de su lado, Dios continuará obrando a nuestro favor, para que aprendamos de esos errores y seamos mucho más sabios para las próximas situaciones que debamos enfrentar.
Invertir nuestro tiempo en Dios, para conversar con Él y para ayudar a nuestros hermanos, será nuestro verdadero llamado. Destinar momentos a la reflexión, a la oración profunda y criteriosa, a estudiar la Palabra Santa, nos hará cristianos consagrados. La prudencia también será un elemento distintivo en nuestro camino: ser pensantes y concienzudos antes de tomar decisiones que nos afecten y que además repercutan en las vidas de nuestros hermanos será fundamental para no desviarnos del sendero de Dios. Debemos hacernos carne de los planes de Nuestro Padre Celestial y recibir la gracia que Él tiene para mostrarnos. Ser agradecidos con su enseñanza y su bendición a diario nos acercará a la gracia divina.
