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Al día siguiente, se levantaron muy temprano y se prepararon para ir hacia el desierto de Tecoa. Cuando iban saliendo de Jerusalén, Josafat se puso de pie y les dijo: «Escúchenme con atención, todos los que viven en Jerusalén y en Judá: Confíen en nuestro Dios, y en sus profetas; si lo hacen, todo saldrá bien; ¡nada nos sucederá!»

2 Crónicas 2:20

Opuesto a la queja


Dios estaba con Josafat porque siguió el buen ejemplo de su padre. Resaltemos la palabra porque. Si alguien es bendecido es por algo; toda acción tiene consecuencias. El SEÑOR estaba con Josafat y nos da la razón: siguió el ejemplo de su papá: no le rindió culto a Baal, buscó a Dios, obedeció su Palabra y se negó a seguir las prácticas malvadas de otras naciones. Así que su reino fue establecido sobre Judá, durante años disfrutaron de paz ya que el temor a Dios vino sobre los reinos vecinos. No obstante, en el capítulo veinte encontramos que los moabitas y amonitas le declararon la guerra a Judá. ¿Por qué pasó de ser una nación protegida a ser atacada? ¡Aun Josafat se sorprendió! La noticia lo aterró y suplicó a Dios que le mostrará qué pasó, y convocó a un ayuno.

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¿Qué hacer cuando todo sale mal? Levantemos las manos y demos gracias a Dios en medio del desierto; ¿por qué? Cuando lo hacemos reconocemos los años de bendición, protección y salud que vivimos, y que todo es simplemente por la gracia de Dios; un regalo inmerecido. También le demostramos que lo amamos en las buenas y malas, y que nuestra alabanza es incondicional. Pablo les enseñó a los filipenses que aprendió a estar satisfecho, es decir, agradecido en cualquier situación. También lo hizo Job en su desierto: se postró de rodillas y dijo que Dios le había dado y quitado lo que tenía, ¡Alabado sea su nombre!