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Cuando añoramos tiempos pasados, recordándolos con nostalgia como momentos en que realmente éramos felices o no teníamos complicaciones, en realidad lo que estamos haciendo es simplificando demasiado lo que vivíamos en ese momento, olvidando la complejidad de nuestras emociones y entregándonos a una sensación de descontento o melancolía. Cuando vivimos conectados con Dios, nuestro camino siempre va a tener una razón de ser, siempre estaremos encaminados por Dios Padre para lo que él nos encomienda como misión. Además es iluso de nuestra parte culpar a los tiempos como si nosotros no fuéramos quienes estamos corriendo esta carrera. Es importante ser conscientes de nuestra fuerza y no reposar en la queja.
