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Muchas veces, producto de las múltiples obligaciones que nos depara el quehacer cotidiano, tenemos cierta predisposición a dejar para más adelante nuestro encuentro Dios. Son tantas las actividades que nos mantienen ocupados que terminamos la jornada agotados y sentimos que nos faltan las fuerzas y no podemos hacer nada más.
“Estén siempre alegres, oren sin cesar, den gracias a Dios en toda situación, porque esta es su voluntad para ustedes en Cristo Jesús”. 1 Tesalonicenses 5:16-18
Hablar con Dios debe ser una acción primordial en nuestras existencias y cuanto más tiempo le dediquemos a la Oración y a La Palabra del Señor más nos acercaremos a Su Gracia y Misericordia.
Debemos empezar por comprender que el acto de la Oración es tiempo ganado. Cuando nos comunicamos de manera sincera, autentica y periódica con nuestro Padre Celestial, nuestras cargas se aligeran, ordenamos de mejor forma las actividades del día siguiente, logramos que nos invada la Paz de Espíritu y nuestro descanso es reparador.
La Bondad de Dios Todopoderoso se hace palpable cuando persistimos en la Oración porque esa perseverancia nos hace Crecer en Fe y Carácter. A su vez, podemos ver como nuestras necesidades entran en concordancia con la voluntad y el propósito que El Señor ha designado para nuestras vidas.
“Alégrense en la esperanza, muestren paciencia en el sufrimiento, perseveren en la oración”. Romanos 12:12
Otra cosa, muy importante, a tener en cuenta es que debemos cambiar la mirada que muchas veces tenemos del acto de Orar. Se genera en nosotros la falsa percepción de que se debe recurrir a la Oración como último recurso o en los momentos límite cuando sentimos que la situación se nos escapa de las manos.
La Palabra de Dios nos enseña que la Oración debe ser un hábito que debe regarse cada día. También es fundamental saber que nunca es tarde para cambiar e incorporar a nuestra rutina un dialogo fluido y periódico con el Todopoderoso. A muchos nos resulta difícil asumir esa constancia y termina resultando todo un reto.
Cuando comprendemos la importancia que tiene el acto de rezar, para los hijos de Dios y el poder transformador que tiene, es que debemos poner manos a la obra y cambiar nuestra actitud para acercarnos al Señor con Don de Humildad y Gratitud.
“Y si sabemos que Dios oye todas nuestras oraciones, podemos estar seguros de que ya tenemos lo que le hemos pedido”. 1 Juan 5:15
El Señor es quien conoce el mejor camino para nosotros y dentro de ese camino esta fortalecer todos los días nuestra relación con Él por intermedio de la Oración Fuerte y Perseverante. La fluidez en nuestro dialogo con Dios nos trae Sabiduría, Madurez y Paz de Espíritu.
De la misma manera debemos entender que nuestro Padre Celestial es incapaz de ser injusto con nuestras peticiones y demandas, pero que Sus tiempos son Perfectos y no son los mismos que los humanos podemos comprender. El Eterno siempre nos dará la mejor respuesta en Su propósito.
“Cualquier cosa que ustedes pidan en mi nombre, yo la haré; así será glorificado el Padre en el Hijo”. Juan 14:13
El Señor es nuestro mejor confidente y siempre estará allí para escucharnos y socorrernos sin importar la circunstancia.
Jamás nos traicionará y Su consejo será Bendición. Cristo nos ama y nos ofrece Su Perdón. ¡Qué maravilloso privilegio poder tener una relación personal con El Creador! A través de la Oración nos acercamos de manera única y autentica con Dios, rezando por nosotros y por los demás, dejando reposar nuestras cargas en Él, adquiriendo la Paz y el Descanso tan necesarios para disfrutar plenamente la vida.