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Alimentándonos Espiritualmente con el Cariño Divino

Obtener las gracias y el afecto del Señor para transitar la existencia nos permitirá unirnos intensamente con la Fe. Expande tus límites mediante este texto subsiguiente.

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“Por esta misma razón, esforzándose al máximo, añadan a su fe bondad; a su bondad, conocimiento; al conocimiento, dominio propio; al dominio propio, perseverancia; a la perseverancia, piedad; a la piedad, afecto fraternal; y al afecto fraternal, amor.” 2 Pedro 1:5-7 

El material resistente resulta aquel que durante su empleo mantiene su figura, no se altera ni se dobla, no se parte. Algo análogo ocurre con nuestra creencia, esa certeza honda que nos motiva a depositar confianza en el Señor y a existir conforme a sus doctrinas.

De igual modo que el material se transforma en mobiliario, entradas, superficies y armazones que mantienen un cobertizo, nuestra interioridad, nuestra vinculación con el Creador, otorga configuración y soporte a nuestra trayectoria. Nuestra creencia nutre el cariño hacia el Espíritu Divino y nos auxilia a convertirnos en entidades luminosas en un planeta carente de optimismo.

Sin embargo, a diferencia del material, poseemos la habilidad de seleccionar opciones y de afectar nuestra propia configuración interna. No optamos por el contexto en el cual nos desarrollamos, las situaciones que afrontamos o las dificultades que debemos vencer, pero sí podemos decidir cómo reaccionamos ante ellas y qué clase de individuos aspiramos a ser bajo la iluminación del Espíritu Divino.

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“¡Anímense! ¡Cobrense de valor, todos los que en el Señor esperan!” Salmo 31:24

Transformarnos en "material resistente" demanda un compromiso cotidiano, una labor diaria que nos aproxima a la retribución del Padre Eterno. No radica en la casualidad, sino en el laborioso empeño y la perseverancia incesante para cultivar nuestro interior al lado del Señor. Exige poseer la valentía de iniciar una ruta de creencia y de aprecio personal, comprendiendo que el triunfo no se asegura, pero que merece la pena la dedicación.

El Creador anhela que apliquemos nuestras habilidades y destrezas con honradez y cariño. El auténtico triunfo no se evalúa por conquistas tangibles o aprobación ajena, sino por la manera en que nos afanamos por existir en armonía con los principios del Reino Celestial.

Consideremos cómo las Escrituras nos invitan a cultivar cualidades que nos hagan resilientes ante las pruebas. Por ejemplo, en momentos de adversidad, recordar que el Señor es nuestro refugio nos proporciona la fuerza necesaria para perseverar. Esta resiliencia no es innata; se construye mediante hábitos diarios como la meditación en la Palabra y el diálogo constante con el Cielo.

Además, la comunidad juega un rol pivotal. Reunirnos con hermanos en la fe nos permite compartir experiencias, ofreciendo apoyo recíproco que fortalece nuestra determinación. En estas interacciones, descubrimos que el cariño compartido multiplica nuestra capacidad para enfrentar desafíos, tal como una red tejida con hilos entrelazados resulta inquebrantable.

Reflexionando sobre nuestra jornada, es vital evaluar si estamos alineados con los propósitos divinos. ¿Nuestras elecciones reflejan el compromiso con la verdad y la justicia? Al responder afirmativamente, avanzamos hacia una existencia plena, donde el espíritu florece en armonía con la voluntad celestial.

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“Más vale caminar con un amigo que solo, porque si uno cae, el otro lo levanta. Pero ¡ay del que cae y no tiene quien lo levante! Además, si dos se acuestan juntos se dan calor mutuo, pero ¿cómo se calentará uno solo? Uno solo puede ser vencido, pero dos se defienden mejor. ¡La cuerda de tres hilos no se rompe fácilmente!” Eclesiastés 4:9-12

Para convertirnos en "material resistente", resulta indispensable analizar la forma en que laboramos, suplicamos y nos vinculamos con los demás. Debemos meditar acerca de la marca que imprimimos en quienes nos circundan, en nuestro núcleo familiar y en nuestra agrupación de creencia.

Ser "material resistente" conlleva ser leal a nuestra naturaleza, sin disimular nuestras flaquezas ni fingir ser algo que no representamos. Es ser robustos y adaptables simultáneamente, aptos para confrontar las adversidades con firmeza y para ajustarnos a las condiciones sin extraviar nuestra honradez.

Evocamos que nuestro interior ha de manifestar las cualidades del "material resistente". Nuestra optimismo y nuestra creencia deben esclarecer los instantes de duda en nuestra trayectoria. Cuando las ideas sombrías y distantes del Señor amenacen con fracturar nuestra seguridad, debemos centrarnos en las gracias que el Creador vierte sobre nosotros y en su cariño inquebrantable.


“Bendito sea el Dios y Padre de nuestro Señor Jesucristo, Padre de misericordias y Dios de toda consolación, quien nos consuela en todas nuestras tribulaciones para que con el mismo consuelo que de Dios hemos recibido, podamos también nosotros consolar a los que estén en cualquier tribulación.” 2 Corintios 1:3-4

La súplica representa la vía más segura para aproximarnos al Padre Eterno. Mediante ella, robustecemos nuestra unión con el Creador y fomentamos una relación cercana con él. El avance interno no surge repentinamente, precisa duración, dedicación y empeño ininterrumpido.

¿Nos hemos transformado en "material resistente"? Si aún no lo hemos conseguido, no resulta tardío. Continuemos laborando bajo la orientación y la misericordia del Espíritu Divino. Volvámonos sólidos y fiables como Cristo, acerquémonos a nuestro núcleo familiar y compañeros con cariño y empatía. Tengamos seguridad en nuestras selecciones y ambicionemos ser quienes genuinamente anhelamos ser al lado del Señor.

En el contexto de la vida cristiana, fortalecer nuestra conexión con el divino se presenta como una prioridad esencial. Cada día, al despertar, podemos elegir enfocarnos en las promesas eternas que el Altísimo nos ofrece, permitiendo que su presencia ilumine nuestras decisiones y acciones. Esta práctica no solo enriquece nuestro interior, sino que también irradia positividad hacia quienes nos rodean, creando un ciclo de inspiración mutua.

La gratitud emerge como un pilar fundamental. Agradecer por las bendiciones diarias, grandes o pequeñas, transforma nuestra perspectiva, alejándonos de la negatividad y acercándonos a la paz interior. Esta actitud no solo nutre nuestra alma, sino que también nos posiciona para ser canales de consuelo para otros, cumpliendo así el mandato de extender la misericordia recibida.




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