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La esperanza puede ser alimentada, ejercitada y puesta en un plano de intervención en los momentos complicados. Aprende a utilizar esta guía y escudo de vida en el siguiente artículo.
“En cambio, dejen que el Espíritu les renueve los pensamientos y las actitudes” Efesios 4:23
Nunca encontraremos mejor vida que la que Dios tiene pensada para nosotros. ¿Por qué se preguntarán? Nuestro Padre tiene la capacidad de transformar retos, desastres y dificultades en un sinfín de amor, paz y justicia. Muchas veces nos veremos viviendo en un momento de nuestras vidas en donde las experiencias tristes nos mantienen apartados de la oración y del Espíritu Santo. Pero justamente este tipo de situaciones son las que nos brindan la oportunidad de poder acercarnos más que nunca a Él. Jesús transforma y perdona todo pecado, invitándonos a orar y actuando desde lo que nos dicta el corazón, siempre manteniéndonos cerca de su guía espiritual.
Tú eres mi escondite y mi escudo; en tu palabra he puesto mi esperanza. Salmos 119:114
El sacrificio que hizo Jesús en la cruz nos confirió vida eterna, llenando de luz esos vacíos emocionales que muchas veces nos dominan. Seremos creyentes de su obra y tendremos el privilegio de tener un mentor del que podremos confiar y depender. El Señor, por medio del Espíritu Santo, nos mostrará el sendero del bien y nos solicitará un cambio de hábitos. Desde leer su Palabra, orar para conectarnos con su Espíritu, reunirnos en comunión para amar y servir al prójimo.
Nuestra vida puede cambiar y ser diferente si realmente confiamos y nos entregamos a Él. No contentarnos con la comodidad y la resignación del destino. El camino que emprendamos y nuestras motivaciones tendrán las fuerzas de la Fe, siempre.
“El que camina en justicia, y habla lo recto, el que aborrece la ganancia de violencias, el que sacude sus manos por no recibir cohecho, el que tapa su oreja por no oir sangres, el que cierra sus ojos por no ver cosa mala: Este habitará en las alturas: fortalezas de rocas serán su lugar de acogimiento, se le dará su pan, y sus aguas serán ciertas.” Isaías 33:15-16
Como seres humanos tenemos la capacidad de autosuperación. Pero caemos siempre en el error de creer que muchas veces debemos superar obstáculos de modo autónomo y sin recibir ayuda alguna. Resulta ser un lugar solitario y abrumador, donde no se nos permite ver y entender que en realidad la sensación de estancamiento es producida sin motivo alguno.
Siempre tenemos que saber que Dios y el Espíritu Santo estarán allí para llenarnos de fuerza y darnos un rumbo de pensamientos y actitudes totalmente superadores. Es por esto, que algunos de nosotros necesitemos atravesar situaciones difíciles y momentos de conflicto para encomendarnos a Dios. Nuestro Padre nos muestra el dolor para no olvidarnos de la Fe ni del Espíritu Santo.
“Yo les he dicho estas cosas para que en mí hallen paz. En este mundo afrontarán aflicciones, pero ¡anímense! Yo he vencido al mundo.” Juan 16:33
Es muy evidente que volvemos a Dios, recurrimos a Él y a la Fe en los momentos más desesperantes. Donde reinan los problemas económicos. Cuando nos atrapan las enfermedades o tenemos situaciones de dificultad con nuestra pareja. Puede resultar entendible para muchas personas pero no debemos caer en ese mecanismo, ya que Jesús nos acompaña desde siempre y desea desde su corazón que el Espíritu Santo penetre y nos guíe en todo momento y lugar. No podemos sólo contar con Él como si fuera una enmienda milagrosa. Tenemos que saber compartir a diario la oración y predicar acciones de Fe, para sentirnos al lado de nuestro Padre Celestial. Es el único modo de sentirnos cercanos a la sanación espiritual.