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Se aproximan tiempos donde compartir con los seres queridos resulta un momento muy especial. Conoce la herramienta más poderosa en el siguiente artículo.
“Que abandone el malvado su camino, y el perverso sus pensamientos. Que se vuelva al Señor, a nuestro Dios, que es generoso para perdonar, y de él recibirá misericordia.” Isaías 55:7
Las festividades se aproximan, momentos de encuentro y unión familiar. En medio de estas ocasiones tan especiales, emerge una herramienta poderosa: el perdón.
El perdón es una joya valiosa, un don otorgado por Dios en nuestro caminar. Constituye un principio fundamental para la salud emocional, una vía hacia la libertad y un requisito indispensable para una vida espiritual plena.
Cuando pronunciamos las palabras "te perdono", idealmente, se hace desde la convicción de liberarnos del resentimiento. Es un acto liberador, una apertura a la reconciliación. Decir "te perdono" es tender un puente hacia la reconciliación, una oportunidad para restaurar el equilibrio y la armonía.
“¿Está enfermo alguno de ustedes? Haga llamar a los ancianos de la iglesia para que oren por él y lo unjan con aceite en el nombre del Señor. La oración de fe sanará al enfermo y el Señor lo levantará. Y si ha pecado, su pecado se le perdonará.” Santiago 5:14-15
El perdón genuino, como enseña nuestro Padre Celestial, implica brindar afecto a través de esta dádiva de abrir nuestro corazón. Se manifiesta en la atención, la sensibilidad, el compromiso y la solidaridad hacia quien ha herido nuestros sentimientos.
El afecto no conoce límites; podemos ser generosos y desbordar amor, pues éste deja una huella indeleble en el alma.
El perdón no es negociable: se acepta y se valora infinitamente, pues implica que la otra persona ha derribado muros, ha bajado sus defensas y está dispuesta a mirarnos con ojos de amor y misericordia.
Perdonar es un acto de convicción y profunda madurez emocional. Es decirle al otro: "Estoy aquí, quiero que vuelvas a mi vida". Perdonar y ser perdonados es un valor extraordinario que reencauza nuestros caminos en la senda del Espíritu Santo.
“Por tanto, hermanos, sepan que por medio de Jesús se les anuncia a ustedes el perdón de los pecados. Ustedes no pudieron ser justificados de esos pecados por la ley de Moisés, pero todo el que cree es justificado por medio de Jesús.” Hechos 13:38-39
En medio de los regalos, la comida festiva y las decoraciones, se vislumbra una oportunidad única para regalar perdón y recibirlo. Es un instante en el que se pueden zanjar diferencias, dejar de lado desacuerdos pasados y renovar el espíritu para recibir el nuevo año con un corazón limpio y renovado.
El perdón no solo es un acto entre dos personas, sino también una forma de autocuración. Es liberarse de los grilletes del pasado y permitirse avanzar hacia un futuro lleno de oportunidades y esperanzas renovadas. Este proceso no solo abre las puertas hacia una mejor versión de uno mismo, sino que también crea un ambiente propicio para la reconciliación y la reconstrucción de la paz interior. Durante estas festividades, el perdón se presenta como la pieza clave que une a las familias, restablece amistades fracturadas y brinda la posibilidad de un nuevo comienzo.
Es una herramienta invaluable que, si se emplea con sinceridad y comprensión, puede transformar vidas y abrir camino hacia un futuro más próspero y sereno.
“Pedro se acercó a Jesús y le preguntó: -Señor, ¿cuántas veces tengo que perdonar a mi hermano que peca contra mí? ¿Hasta siete veces? -No te digo que hasta siete veces, sino hasta setenta y siete veces -le contestó Jesús-.” Mateo 18:21-22
Cuando perdonamos, confiamos y creemos. No es un salto de fe, sino un salto de esperanza sostenido por la evidencia del cambio en la otra persona. No se trata de señalar y criticar, sino de reconocer las acciones positivas que la persona perdonada va generando. Esta es la verdadera base del perdón.
Cuando ambas partes deciden una reconciliación a través del perdón, se comprometen a nutrir el amor, a modificar hábitos y a ser la mejor versión de sí mismos. Pero antes de otorgar el perdón, es crucial reflexionar.
Perdonar implica aprender de la experiencia, enfocarse en la lección aprendida en lugar de alimentar el rencor, que solo saca a flote nuestra peor versión, alejándonos del camino del Señor.