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La confianza y el aprendizaje cotidiano nos guiarán por el camino de la luz y la salvación. Explora el siguiente artículo y comprende que nuestro camino siempre estuvo y estará iluminado por los milagros.
“Padre no quiero convertirte en mentiroso, y aquí dice que si no creo en el testimonio que Tú das acerca del Hijo, te estoy haciendo mentiroso, pero eso no es lo que deseo hacer”. 1 Juan 5:13
A menudo a la encrucijada de confiar en relatos y testimonios de quienes apenas conocemos. ¿Cómo construir confianza cuando la información proviene de voces desconocidas? ¿Qué despierta en nosotros la narrativa de alguien que apenas figura en nuestro radar emocional?
Estas experiencias, tan comunes como desafiantes, nos plantean la pregunta fundamental: ¿cómo confiar en las palabras de aquellos que buscan informarnos o persuadirnos cuando apenas conocemos al emisor? Ya sea por pasadas desilusiones que han tejido capas de desconfianza en nuestro ser o simplemente por la cautela inherente a la naturaleza humana, confiar en base a meras palabras se convierte en una tarea ardua.
En este complejo escenario de la confianza humana, la fe y el Espíritu Santo emergen como fuerzas extraordinarias. La inexplicable capacidad de respuesta ante la luz divina derriba los muros que la desconfianza erige. El amor del Padre Celestial penetra incluso los corazones más escépticos, disipando las sombras de la incredulidad. La sacrificada presencia de Jesucristo en la Tierra, un testimonio vivo del valor de la palabra divina, resplandece como faro en medio de la oscuridad de nuestras dudas.
“Por sobre todas las cosas cuida tu corazón, porque de él mana la vida”. Proverbios 4:23
La confianza humana puede desvanecerse como el rocío ante el sol de la desconfianza, pero la confianza en lo divino es un fundamento inquebrantable. La palabra de Dios, como se revela en las Escrituras, se erige como un faro de verdad en un mar de incertidumbre. Cada relato, cada promesa, es una expresión de amor y compromiso divino que desafía las barreras humanas de confianza.
Es en estos momentos de incertidumbre y desconfianza que la fe se manifiesta como un puente hacia la seguridad. No se trata de confiar ciegamente en las palabras humanas, sino de depositar nuestra confianza en la palabra divina que trasciende las limitaciones humanas. La fe nos llama a mirar más allá de las narrativas terrenales, a confiar en el plan divino que se desenvuelve a pesar de nuestras dudas.
La fe en el Espíritu Santo, como guía y consolador, nos revela la verdad en su máxima expresión. Cuando nos encontramos inmersos en la desconfianza, la luz divina disipa las sombras, revelando la autenticidad de la palabra de Dios. Así, en la encrucijada de la confianza humana, la fe en lo divino se erige como un faro de esperanza, iluminando nuestro camino y guiándonos a través de la oscuridad de la desconfianza hacia la certeza de la verdad divina.
"El camino de Dios es perfecto;la palabra del Señor es intachable. Escudo es Dios a los que en él se refugian." Salmos 18:30
Surge una pregunta fundamental que resuena en el corazón de quienes transitamos los caminos de la fe: ¿Qué implicancia tiene que Dios sea más confiable que aquellos que nos rodean? ¿Es Su palabra más digna de nuestra confianza que la de nuestros semejantes?
La fe en Dios no significa desconfiar de quienes comparten nuestro diario vivir y nuestra fe. Más bien, implica un llamado a construir puentes de confianza con nuestros semejantes, reconociendo que la fe en Dios se manifiesta también en la confianza depositada en aquellos que comparten nuestra fe.
Aunque seguimos a Dios con fidelidad, no cerramos las puertas a la confianza en nuestros hermanos y hermanas de fe. Depositamos nuestra fe en el Espíritu Santo, guiándonos a través de las enseñanzas divinas y cumpliendo la misión que se nos ha encomendado.
“El que no cree a Dios, lo ha hecho mentiroso, porque no ha creído en el testimonio que Dios ha dado acerca de su Hijo”. 1 Juan 5:10
Cuando elevamos nuestras manos en oración, recordamos que Dios está presente, escuchando nuestras plegarias, acompañándonos en nuestro viaje por la vida. En este trayecto, Él nos brinda pruebas que nos desafían y enseñanzas que expanden nuestra comprensión. La ayuda y la iluminación divina se manifiestan de diversas formas, requiriendo nuestra habilidad para reconocerlas, aprender de ellas y permitir que el Espíritu Santo guíe nuestro caminar.
La confianza que depositamos en otros seres humanos es un reflejo de la confianza arraigada en nuestro corazón, una confianza que se ha ido forjando a lo largo de experiencias pasadas, conocimientos adquiridos, educación recibida y la influencia de nuestras raíces familiares. Esta base sólida se sostiene en la presencia constante del Espíritu Santo y nuestra fe inquebrantable en Dios.
En la intersección entre la fe en Dios y la confianza en otros, descubrimos que ambas se alimentan mutuamente. Nuestra confianza en Dios se refleja en la confianza que depositamos en aquellos que comparten nuestra fe, y viceversa.
Así, en este tejido de relaciones divinamente guiadas, encontramos un equilibrio donde la fe y la confianza coexisten, construyendo lazos profundos que trascienden lo terrenal y nos acercan a la esencia misma de la confianza divina.