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El Señor tiene poder suficiente para salvar y restaurar a cualquier persona. Él libra a las personas de cualquier adicción, quebranta cualquier cárcel, quita toda carga y da perpetua libertad.
“Allí él quitará la nube de tristeza, la sombra de
muerte que cubre la tierra. ¡Él devorará a la muerte para siempre! El Señor
Soberano secará todas las lágrimas y quitará para siempre los insultos y las
burlas contra su tierra y su pueblo. ¡El Señor ha hablado! En aquel día, la gente
proclamará: « ¡Este es nuestro Dios! ¡Confiamos en él, y él nos salvó!”
Esta historia puede inspirarnos mucho más ahora. Déjenme contrales acerca de un joven que yo veía todas las mañanas camino a mi trabajo. Muy temprano, cuando apenas despuntaba el día y yo tomaba el metro, me cruzaba con este joven, al que lo encontraba muchas veces durmiendo en el andén, o bien sentado bebiendo alcohol y maldiciendo a todas las personas que, al igual que yo, nos disponíamos a comenzar nuestro día laboral.
Un día en particular un
imprevisto surgió, lo que provocó que me retrasara y , como resultado, hiciera
que yo perdiera mi tren. El andén se encontraba vacío, salvo por mi presencia y
la del joven en cuestión. Me disponía a sentarme en el banco junto al cual el
joven se encontraba durmiendo cuando, al pasar a su lado, el joven comienza a
insultarme inesperadamente. Entre mi nerviosismo y sus insultos cada vez con
voz más elevada, accidentalmente dejo caer lo que llevaba bajo el brazo: mi
agenda, el bolso con el dinero que llevaba encima, y un pequeño ejemplar de La
Biblia que llevo a todos lados.
El joven, al ver lo sucedido, se inclinó, juntó el bolso con el dinero y se disponía a salir corriendo. Al ver esa situación, yo, instintivamente le dije: “Espera, te estás olvidando lo más importante.” Y la entregué La Biblia. El joven se había quedado perplejo, inmóvil, no sabía qué hacer o si yo me había vuelto loco.
Acto seguido le dije: “Puedes quedarte con todo el dinero y las demás cosas también, sólo te pido que hablemos acerca de este libro durante cinco minutos, no más.”
“y Él te guiará a
Su perfecta voluntad. De hoy en delante debes buscar a Dios de manera daría y
hacerle tu sustento. Háblale como un hijo a su padre y Él te responderá.” Gálatas 3:27
Con la mirada de desconfianza que lleva alguien a
quien la vida lo ha decepcionado más de una vez, el joven se acercó temeroso y
se sentó en el banco junto a mí.
Le dije que no temiera, que nada de lo que él se llevaba era de mucha importancia para mí. Eso le llamó bastante la atención, a lo que yo le respondí que para eso trabajo: para hacer dinero y poder vivir, que podía hacerlo en otro momento, pero lo que yo tenía para decirle era aún más importante, y el mensaje era que Dios lo amaba.
El joven comenzó a llorar y a abrazarme, me contó que cuando era niño él estaba en el camino de Dios, pero por diversas razones se había alejado y sentía que, tal cual estaba, nadie lo iba a recibir en la casa del Señor. Ese mismo día llevé al joven a mi casa y durante una semana vivió con nosotros como un hijo más, hasta que consiguió un trabajo y una casa donde vivir. Hoy sigo cruzando al joven camino a mi trabajo o, mejor, dicho, a nuestro trabajo.