Accede a más contenido como este.
Si podemos conectar con esa mirada superadora y expresar lo que sentimos realmente estaremos cada vez más cerca de la sanación. En el siguiente artículo exploraremos maneras de conectarte con tu ser interior.
"Dirigiéndose a todos, declaró: —Si alguien quiere ser mi discípulo, que se niegue a sí mismo, lleve su cruz cada día y me siga. Porque el que quiera salvar su vida la perderá; pero el que pierda su vida por mi causa la salvará. ¿De qué le sirve a uno ganar el mundo entero si se pierde o se destruye a sí mismo?" Lucas 9:23-25
La profundidad de nuestro ser interior y nuestra espiritualidad revela vínculos inquebrantables con lo divino. En el transcurso de este análisis, exploraremos diversas formas de conectar con el Señor, sumergiéndonos en la esencia misma de la conexión espiritual.
Al dirigirnos en momentos de aflicción al Padre celestial, encontramos un refugio en su escucha atenta, en su protección y en su guía. La oración, como puente directo con Dios, constituye el medio para elevar nuestra mirada hacia lo celestial y abrirnos a su voz. Nada debe competir con el tiempo dedicado a elevar nuestra mirada hacia el Señor.
Reservar un espacio diario en soledad, permitiendo que nuestra mirada se sumerja profundamente y busque ayuda y resguardo en Dios.
Porque en sus palabras se refleja la promesa: pedid y se os dará, buscad y hallaréis. Pero nuestro Padre nunca interviene en nuestra vida sin ser convocado. Aun cuando nuestra Fe sea tenue y la noche oscura, su presencia nos acompaña, aguardando por nuestras palabras, las cuales siempre recibirán respuesta.
"Ahora, cumplan con cuidado las condiciones de este pacto para que prosperen en todo lo que hagan." Deuteronomio 29:9
Así como atendemos las necesidades de nuestros hijos, nuestro Padre divino está siempre presente para cuidar de sus hijos. Al hablar con el Señor, expresamos nuestras dificultades, dolores y alegrías. Él nos escucha y responde. Su presencia se manifiesta con claridad y firmeza en nuestras vidas, porque es nuestro Padre, y nos ama más allá de cualquier cosa.
Cada uno de nosotros conoce los desafíos que enfrenta y las batallas que ha de librar. Pero el mayor desafío para ser mejores personas y testigos del Reino de Dios yace en superar las propias luchas internas, más que en guerrear en batallas a veces sin sentido.
El verdadero desafío se presenta en cuanto a nuestro carácter y nuestras debilidades. La impaciencia, la intolerancia, la falta de empatía o el ego desmedido son características que nos distancian de la misión encomendada por nuestro Padre.
“Más vale ser paciente que valiente; más vale el dominio propio que conquistar ciudades.” Proverbios 16:32
A menudo, evitamos este desafío, justificándonos con la idea de que hay tareas más urgentes en nuestro día a día, optando por reformar el mundo en lugar de transformarnos a nosotros mismos. Sin embargo, olvidamos que cada uno de nosotros contribuye a la creación del mundo y que son nuestras pequeñas acciones hacia nuestros hermanos las que instauran la verdadera revolución hacia la paz.
Las palabras de nuestro Señor nos advierten que no existen caminos sencillos para mejorar, superar las dificultades y vivir conforme a la Palabra de Dios. Este recorrido demanda compromiso y esfuerzo, desafiándonos con decisiones difíciles que exigen renunciar a la comodidad y a los placeres efímeros.
El camino hacia la verdad está plagado de desafíos, pero conduce a la vida. Mientras que la senda fácil, tarde o temprano, desemboca en la destrucción. Por eso, es vital estar alerta y tener claridad sobre nuestra dirección y el modo en que avanzamos en la vida. Caminar junto a nuestros hermanos, implorando siempre la protección divina en nuestro andar.
“ »¿Quién de ustedes, si su hijo le pide pan, le da una piedra? ¿O si le pide un pescado, le da una serpiente? Pues si ustedes, aun siendo malos, saben dar cosas buenas a sus hijos, ¡cuánto más su Padre que está en el cielo dará cosas buenas a los que le pidan! Así que en todo traten ustedes a los demás tal y como quieren que ellos los traten a ustedes. De hecho, esto es la ley y los profetas.” Mateo 7: 9-12
La conexión con lo divino se fortalece mediante una dedicación cotidiana, reservando momentos para la oración y la reflexión, cultivando así una conexión más profunda con el Señor. Al iniciar y terminar cada día con esta práctica, nutrimos nuestro ser interior, hallamos consuelo en medio de las adversidades y nos alineamos con la luz divina que guía nuestro camino.
Por tanto, se invita a cada buscador espiritual a dedicar al menos unos minutos diarios a esta oración, creando un espacio sagrado para dialogar con Dios, escuchar su voz y recibir su guía. Este sencillo acto de devoción cotidiana no solo fortalece la relación personal con lo divino, sino que transforma nuestra existencia, ofreciendo paz interior y sabiduría para afrontar los desafíos diarios.
Que esta práctica de la oración cotidiana sea un faro de esperanza, un refugio en momentos de incertidumbre y un sendero hacia la iluminación espiritual, permitiéndonos caminar en armonía con la voluntad divina cada día de nuestras vidas.