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El mundo de los niños es un universo de preguntas constantes, algunas de las cuales parecen no tener respuesta. Habla a tus hijos acerca de Dios, que sepan quién es y por qué nos ama.
“Jesús dijo: Dejen que los niños vengan a mí, y no se lo impidan, porque el reino de los cielos es de quienes son como ellos.” Mateo 19:14
Es importante llevar a nuestros hijos a tener una verdadera relación con Dios, una amistad real y genuina que le de bases sólidas para crecer con principios de amor, misericordia y verdad en el corazón.
Esta es una labor que sólo será completa si los padres se involucran presentando un modelo para los niños donde esté presente la oración, la búsqueda y la lectura de la palabra, porque no olvidemos que los niños que aprenden a orar desde pequeños pueden desarrollar una vida de oración poderosa y mucho más efectiva.
“Ciertamente, ninguna disciplina, en el momento de recibirla, parece agradable, sino más bien penosa; sin embargo, después produce una cosecha de justicia y paz para quienes han sido entrenados por ella.” Hebreos 12:11
La mayoría de los padres se esfuerzan por ser buenos proveedores, pero Dios quiere que los padres provean mucho más que las necesidades básicas de una vida física.
Él desea que también seamos capaces de aportar el alimento espiritual que se requiere para llevar una vida correcta, que produzca como resultado la vida eterna.
“Obedece sus preceptos y normas que hoy te mando cumplir. De este modo a ti y a tus descendientes les irá bien, y permanecerán mucho tiempo en la tierra que el Señor su Dios les da para siempre.” Deuteronomio 4:40
Somos conscientes del gran tesoro que son los hijos y del potencial que representan, tenemos una oportunidad que no tiene precio al cultivar el amor por Dios en ellos.
El hogar es la influencia más poderosa para desarrollar el crecimiento positivo emocional y espiritual. Cuidar el entorno es algo que no tiene precio, y no olvidemos que en la inversión de tiempo y energía cosecharemos beneficios tremendos.
“Y ustedes no recibieron un espíritu que de nuevo los esclavice al miedo, sino el Espíritu que los adopta como hijos y les permite clamar: «¡Abba! ¡Padre!” Romanos 8:15
Mucho de lo que un niño aprende es asimilado más que aprendido. El reflejo de nuestra Fe en Dios es una imagen duradera que formará el concepto de Dios en nuestro hijo.
Por eso, si nuestra Fe se encuentra fundamentada sobre una lista de reglas y obligaciones y no le falta vitalidad a nuestra vida espiritual, sabremos que lo que nuestro hijo debe ver en nosotros es una dependencia profunda de Dios y sus expresiones consistentes en nuestras relaciones con los demás y nuestras elecciones cotidianas.
“El que no provee para los suyos, y sobre todo para los de su propia casa, ha negado la fe y es peor que un incrédulo.” 1 Timoteo 5:8
El mundo del niño es el aquí y el ahora, y forma parte de todo lo que vea y conozca. La forma en la que comprende las cosas es literal y concreta. Las palabras y frases de la Biblia que son símbolos o metáforas tienen poco sentido para los niños.
Por ejemplo, “en mi corazón he guardado tus dichos” puede tener sentido e importancia para los adultos pero no para los niños. Usemos entonces palabras y frases sencillas y concretas cuando hablemos y cantemos a Dios para ayudar a los niños en su vida espiritual.
“¡Fíjense qué gran amor nos ha dado el Padre, que se nos llame hijos de Dios! ¡Y lo somos! El mundo no nos conoce, precisamente porque no lo conoció a Él.” 1 Juan 3:1
Reconozcamos entonces y aprovechemos las oportunidades naturales para hablarle a nuestro hijo de Dios. Las experiencias cotidianas traen muchas oportunidades para transmitirle la Fe a un niño. Responder a las preguntas o ideas de un niño puede guiar la conversación hacia Dios.
Frases como “Pidamos a Dios para que nos ayude a poder encontrar el camino a casa” representan momentos en los que podemos enseñar y que pueden tener una importancia espiritual para un niño.