“Porque de tal manera amó Dios al mundo, que dio a su Hijo unigénito, para que todo aquel que cree en Él, no se pierda, mas tenga vida eterna.”

Juan 3:16

Transmitir el amor de Dios


Cuántos son aquellos que no conocen al Señor y luego deciden acercarse a Él. Todos atravesamos momentos de disgusto y penar, pero son muchos los que no saben que Nuestro Padre está mirándolos sobre su hombro, esperando para tenderles la mano y ayudarlos a que vuelvan a levantarse. Los que viven en ignorancia de Dios se pierden de su gloria, de su gracia divina, no tienen la posibilidad de disfrutar de la apertura de sus corazones hacia un fin mayor. Suelen ser personas más severas consigo mismas al momento de juzgar sus opiniones y decisiones y las del resto. Esto es porque no descansan en el Padre Celestial para evacuar sus dudas, para compartir sus miedos, para dejarse sostener cuando el panorama es oscuro y siniestro.

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Como hermanos nuestro llamado es mostrarles el camino de Dios, hacerles ver lo bondadoso que es y cuánto de ganancia tienen por delante andando de su mano. No será tarea fácil, pues los escépticos vendrán a cuestionarnos y a hacer tambalear nuestra fe cuando no tengamos fuerzas, pero tendremos que mantener la templanza. Cada vez que alguien infiere que Dios no está allí para ellos, debemos enseñarles la verdad, ejemplificar con nuestra existencia como cristianos. Mantenernos firmes y confirmar con nuestro accionar que somos fieles y obramos en la gracia divina, para acercar cada vez más a nuestros hermanos a la fe.