Muchas veces cuando tenemos dudas sobre determinada situación no contemplamos a la mirada del otro porque no queremos enfrentarnos a la verdad. Nos mantenemos necios u obstinados frente a un asunto, para de esa forma protegernos de lo que los demás puedan opinar. Preferimos estar equivocados a admitir que necesitamos ayuda, o que hay algo que no podemos resolver por nuestra cuenta. Las palabras no fluyen de nuestras bocas porque asumirnos en error a veces suele costar y mucho. Permanecer reticentes ante las críticas o consejos, nos va a aislar de quienes nos rodean.
Nuestros hermanos estarán en el camino para ayudarnos y para poder brindarnos otros enfoques sobre las cosas que hacemos o las decisiones que tomamos. Dios nos ha encomendado vivir en comunión, y cuando eso sucede, es de esperar que pueda haber diferentes pensamientos o posturas frente a un mismo tema. Debemos ser lo suficientemente compasivos y tolerantes para aceptar todos los puntos de vista, aún aquellos con los que no estemos de acuerdo. Eso nos hará transitar ideas maduras, y nos acercará en pensamiento con nuestro prójimo. Ser distantes o combativos con los demás, nos volverá seres irrespetuosos, y como cristianos, tenemos que poder ser más abarcativos.