“Por lo tanto, como escogidos de Dios, santos y amados, revístanse de afecto entrañable y de bondad, humildad, amabilidad y paciencia.”

Colosenses 3:12

Dulces de colores


“Existen quienes sólo esperan recibir dulces de colores”, decía mi abuela con determinación. Se refería a aquellos cristianos que sólo desean disfrutar de los buenos momentos y que, antes algún revés de tristeza, resienten su amor hacia Dios. Lo cuestionan, se ofenden, comienzan a despotricar antes su creencia y ante su propia fe y quieren poner en duda la devoción de los demás. Su planteo egoísta no comprende que recibirán los dulces pero también tendrán que afrontar los tragos amargos, ellos y muchas veces, aquellos que más quieren.

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No se trata de que Dios sea malo o que se haya olvidado de nosotros, sino que nos mostrará la bienaventuranza mas nos recompensará después de haber transitado el dolor y la pérdida. Porque no todo será celebración y bienestar y cuando el momento de dolor llegue, nuestra fe será puesta a prueba y allí será cuando deberemos mostrar nuestra mayor lealtad. Si dejamos que nuestra fe tambalee o dudamos de la voluntad de Nuestro Padre, estaremos convirtiendo nuestra desconfianza o nuestro escepticismo en formas de vida, y cada vez estaremos más conflictuados con lo que nos está sucediendo. Tomar responsabilidad sobre lo que podemos hacer y sobre lo fieles que lograremos ser como cristianos si no cuestionamos la voluntad de Dios será el camino que tendremos que tomar.