“Yo amo al Señor porque él escucha mi voz suplicante. Por cuanto él inclina a mí su oído, lo invocaré toda mi vida.”

Salmos 116:1-2

Mantener la fuerza


Vivimos en una sociedad en la que se castiga duramente a aquel que ha fallado, a ese que los demás consideran como “no exitoso”. Es común oír: “Ah, ha fracasado otra vez”, “Su negocio no funciona”, ¿No se da cuenta de que eso no lo llevará a ningún lado?”. Todas esas sentencias nos pueden volver algo temerosos, porque nos sentimos incapaces ante la mirada atenta de quienes no nos acompañan pero ven cada vez que nos caemos. No tenemos que dar entidad a esos comentarios, pero cuando los hacen personas que realmente nos importan pueden tener un efecto negativo sobre nuestras vidas.

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Si estamos atormentados por el hecho de fallar difícilmente logremos nuestros cometidos. Todos debemos enfrentar la realidad de equivocarnos alguna vez, y Nuestro Padre Celestial será quien nos ayude a volver a ponernos de pie. El miedo no nos dejará avanzar si toma lugar en lo que nos proponemos, pero si obramos con esperanza y confiando en que el Señor despejará del camino cualquier obstáculo que no nos ayude a crecer y ser mejores cristianos, todo resultará bien. Cerca de Él y viviendo en su palabra divina, tendremos la suficiente energía para afrontar los desafíos que nos llevarán a la cima.