“Yo amo al Señor porque él escucha mi voz suplicante. Por cuanto él inclina a mí su oído, lo invocaré toda mi vida.”

Salmos 116:1-2

Vocación como cristianos


Solemos negar ante nuestras narices algunas cosas por no poder dejarlas ir. Nos convencemos de que pronto esa persona nos tratará de otro modo, nos contemplará de forma distinta o que aún no ha recibido el llamado de su vocación como cristiana. Por no ser crueles o tomar distancia, quizás sostenemos vínculos con amistades o familiares que no pueden funcionar en ese momento. Lo cierto es que madurar tendrá desafíos y aciertos, pero debemos mantenernos alertas ante situaciones que no nos favorecen o relaciones con hermanos que puedan no estar en la misma sintonía que la nuestra.

Publicidad

Ser capaces de alejarnos de lo que nos hace daño también es una forma de preservarnos y ser buenos cristianos. No se trata de no querer al otro, o de no poder ayudarlo, simplemente a veces hay que priorizar el propio bienestar para poder traer de vuelta al camino de Dios a nuestro hermano. Cada uno de nosotros maneja tiempos diferentes para su encuentro con el Señor: los hay quienes lo conocen desde el primer día y sabes hacerlo parte de sus corazones, otros lo encuentran ya empezado el camino y también están los que llegan a Nuestro Padre Celestial para compartir sus plegarias ante rumbos inciertos. No debemos juzgar nunca los modos que tenemos como hermanos para forjar nuestro vínculo con Dios.