El primer caso de este tipo está documentado en las Sagradas Escrituras, tratándose de Caín y Abel. Caín mata a su hermano y luego se revela ante Dios Padre indicando que él no debía ser su guardián, a lo que Nuestro Señor le responde que todos debemos ser guardianes de nuestros hermanos y sus cuidadores. Pero ¿cuánto nos hemos desviado del camino hoy en día para ser hostiles ante los propios hermanos?.
La violencia es estructural del hombre pero él mismo debe aprender a controlarla y dominarla, de lo contrario, tendrá alcances oscuros y devastadores. El hombre que tome la vida del prójimo estará anulando también la vida de su descendencia, y además, pondrá en peligro la existencia de toda la humanidad. El control de unos pocos sobre otros transforma a los oprimidos en seres no semejantes, en meros instrumentos para el bien propio y no el común. El desamor y el desprecio hacia el prójimo contribuye cada vez más a que se genere el caos y se desvirtúen los verdaderos valores cristianos. El abuso de poder también es una forma corriente de generar aislamiento y agresividad entre hermanos. Debe reinar en nuestras sociedades la confianza y la comprensión para disipar las formas de violencia, de otra forma estaremos destinados al fracaso.