“Porque sólo un instante dura su enojo, pero toda una vida su bondad. Si por la noche hay llanto, por la mañana habrá gritos de alegría.”

Salmos 30:5

El enojo


Cuando experimentamos sentimientos de enojo o ira solemos volvernos en contra de nuestros hermanos. Nos encerramos en pensamientos hostiles, tenemos malas contestaciones o nos mostramos soberbios y ofuscados frente aquellos que genuinamente quieren ayudarnos. Poniendo nuestras emociones en el centro de la cuestión muchas veces estaremos empeorando situaciones que no tienen tanta gravedad como la que le otorgamos en ese momento a la cuestión en sí misma. Cuando sobre dimensionamos aquello que nos hizo ofender, puede que nuestro enojo dure más tiempo del que debería, ya que nos mantendremos rencorosos y no evaluaremos debidamente la situación.

Publicidad

Expresar nuestro malestar con respeto y hablar con nuestros hermanos sobre lo que nos enoja será la mejor opción ante ese acontecer. Conversar con Dios sobre lo que nos sucede y descargar toda la frustración que podamos experimentar, ya que Nuestro Padre soportará la carga y nos brindará a cambio consuelo y aceptación, para poder perdonar en nuestros corazones a aquellos que nos hayan ofendido o nos permitirá aceptar que podemos haber errado y ser compasivos con nosotros mismos. Acudir a Dios cuando nos invadan las malas emociones, los pensamientos negativos o el rencor, nos hará seres menos severos y con mayor entendimiento. Sólo Dios dará paz a nuestro espíritu.