“Por la mañana hazme saber de tu gran amor, porque en ti he puesto mi confianza. Señálame el camino que debo seguir, porque a ti elevo mi alma.”

Salmos 143:8

Sin fuerzas


Muchas veces nuestros deberes como cristianos se ven opacados porque nos faltan las fuerzas. Quizás tenemos el compromiso pero no podemos dedicar el suficiente tiempo a cimentar nuestra relación con el Señor. A veces por el trabajo, otras por contratiempos, son contadas las oportunidades que tenemos de detenernos a alabar a Nuestro Padre, a pedirle en ofrenda o simplemente, disfrutar un minuto de su compañía. Equilibrar nuestras rutinas será importante para no perder nuestro foco, para recordar que tenemos que entregar nuestra voluntad a Dios.

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El Señor es aquel que nos da aliento cuando no lo encontramos, el que nos abraza cuando nos sentimos solos o abandonados en la vida. Como hijos debemos ser grandes y abiertos de corazón para siempre recibirlo, para escuchar su consejo y dejarlo estar con nosotros en cada paso. Conversar con Nuestro Padre es vital para direccionar correctamente nuestra fuerza, nuestra templanza y paz. Él nos permitirá atravesar cualquier tempestad, resolver aquellos enigmas que no podemos solucionar solos, y nos ayudará en momentos de desolación. Nos acercará a los mejores hermanos para que nos tiendan su mano, para aprender los unos de los otros, y enseñarnos en el amor divino. El Señor nos lleva a la dicha y al regocijo, al amor propio y compartido.