Todos tenemos diferentes perspectivas sobre lo que significa el éxito para nosotros. Algunos pueden relacionarlo con sus vidas profesionales, otros con las cosas que pudieron lograr en cualquier ámbito. Medimos con diferentes varas aquello que creemos que ha sido cumplir nuestros objetivos en forma plena. Podemos en ocasiones compararnos con el resto de nuestros hermanos para ver lo que ellos han alcanzado, pero perdemos de vista que quizás eso no se ajusta a lo que nosotros realmente queremos lograr. Hacer eso sólo nos mantendrá frustrados al notar que el otro llegó a determinada posición en su vida o que consiguió algo que nosotros también queremos, y quizás su proceso de aprendizaje hasta llegar a ese punto fue diferente al nuestro y aún nos queda camino por recorrer.
El éxito real será encontrar a Dios en nuestros corazones y fortalecer cada día nuestro vínculo con Él. Otros modos de llegar a ese objetivo serán siendo humildes y solidarios con los que nos necesitan, tratando con respeto y de manera adecuada a nuestro prójimo y amando y celebrando a nuestro seres queridos y amigos. Todo eso se mide en distintas proporciones para cada persona, resguardar nuestros momentos de felicidad y trabajar constantemente para mejorar y evolucionar será lo que nos acerque a eso que buscamos.