“Solamente comportaos de una manera digna del evangelio de Cristo, de modo que ya sea que vaya a veros, o que permanezca ausente, pueda oír que vosotros estáis firmes en un mismo espíritu, luchando unánimes por la fe del evangelio.”

Filipenses 1:27

Las malas costumbres


Todos hemos caído en el vicio de tener malas costumbres, en diferentes etapas de nuestras vidas podemos vernos expuestos a realizar algunas rutinas que pueden ofender a nuestros hermanos. Por ejemplo, he llegado tarde a encuentros con amigos y falte el respeto por su valioso tiempo, pensando que el mío propio era más importante que el de los demás. También, caí en la trampa de continuar con “chismes” o habladurías sobre otras personas, entrando en peleas con amigos o familiares sólo por no saber para a tiempo o por no poner un freno a quienes comenzaron las falsas noticias. Además, he tenido pereza para cumplir con mis obligaciones o las he dejado para resolver en el último minuto, teniendo como resultado algo poco valioso y sin mi impronta.

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Solemos caer en malas costumbres cuando nos encontramos algo perdidos en nuestro buen accionar cristiano. Tomamos algunas prácticas y las automatizamos, sin reflexionar sobre ellas y sin pensar que quizás estemos molestando a otros. Con la ayuda de Nuestro Padre, podemos encomendarnos a vencer esos malos hábitos; y si se encuentran muy viciados en nuestro cotidiano será difícil pero no imposible. Debemos procurar comprometernos con ese cambio, y persistir en nuestra decisión de mejorar. Las intenciones de nuestro corazón deben vencer a las malas actitudes. Dios será guía y consejo para alejarnos de esas malas decisiones.