“Si alguno enseña una doctrina diferente y no se conforma a las sanas palabras, las de nuestro Señor Jesucristo, y a la doctrina que es conforme a la piedad, está envanecido y nada entiende, sino que tiene un interés morboso en discusiones y contiendas de palabras, de las cuales nacen envidias, pleitos, blasfemias, malas sospechas, y constantes rencillas entre hombres de mente depravada, que están privados de la verdad, que suponen que la piedad es un medio de ganancia.”

1 Timoteo 6:3-5

Sesgados


Hoy en día se ha hecho muy difícil el compartir cotidiano y las maneras que tenemos de conducirnos los unos con los otros ha tomado una forma extraña. Nos cuesta cada vez más vincularnos de modo sincero, sin rencores y siendo más pacientes y tolerantes entre hermanos. Muchas veces discutimos por las cosas más ínfimas, nos trenzamos en interminables conversaciones sobre tópicos en los que no estamos de acuerdo, sin poder ver aquellos puntos que sí tenemos en común. Nos hemos convertido en seres individualizados que no pueden ver más allá de su propia experiencia y eso nos afecta en muchos niveles.

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El ejercicio de la tolerancia no es algo que venga dado mágicamente, sino que tenemos que trabajar sobre eso. Y si seguimos el camino del Señor, de la palabra, pronto encontraremos que somos más compasivos de lo que habíamos pensado. Durante nuestra reflexión diaria podremos evaluar cuáles son las actitudes que no nos permiten acercarnos al otro, en pensamiento, en distancia, en amor. Pedir lo que necesitemos a Nuestro Padre Celestial será útil para generar nuevos vínculos o mejorar los que ya tengamos con los demás. Mantenernos intolerantes o sesgados por nuestras propias opiniones no nos beneficiará para vivir en comunión con nuestro prójimo sino todo lo contrario.