A todos nos ocurre que en algún momento de nuestras vidas nos sentimos sin rumbo, desorientados. Es así que, en nuestro afán por mejorar y salir de ese estado, nos imponemos auto exigencias que nos terminan agotando y frustrando.
¿Por qué nos sucede esto?, ¿Qué significa este estado en el cual sentimos que nos quedamos sin fuerzas?
Estas señales nos indican que nos falta paz espiritual. Que nos falta armonía en el alma. Que estamos apurados tratando de resolver nuestros problemas y no estamos encarando la situación con la sabiduría o la templanza requeridas.
Es agobiante sentirse así. Nos dan ganas de irnos a un lugar lejos para reponer energías y que, a la vuelta, todo se haya arreglado como por arte de magia.
También sabemos que los problemas no se solucionan de esta manera y es, precisamente allí, donde debemos tener Fe en que El Señor nos guiara a buen puerto.
Pero, también debes saber que tu deberás poner tu parte. Tendrás que aplicar tus dones y tu experiencia vital al servicio de la perfecta obra de Dios. Debes dar el primer paso y reconocerte parte de la gran familia de Cristo.
Reconcíliate contigo y habla con Dios sobre los inconvenientes que te aquejan. Pídele equilibrio y discernimiento y pon en marcha todas las bendiciones que Dios te ha regalado.
Nunca es tarde para tomar la mano del Señor y caminar.