Muchas veces nuestros dolores corporales están ligados a emociones o palabras que no logramos expresar. Lo no dicho se convierte en síntoma, y de esa manera enfermamos. Las enfermedades pueden ser vistas como un padecimiento y generalmente, generan mucho stress en nuestros seres queridos. Atravesar el proceso de una dolencia puede ser muy angustioso y generar desesperanza, es por ello que debemos aferrarnos a la fe en Nuestro Dios para poder sobrellevarlo.
Aquello que no exteriorizamos puede volverse en nuestra contra. Acallar enojos o frustraciones e intentar disiparlos puede ser contraproducente para nuestra propia salud, tanto física como emocional. Siempre será mejor, al momento de estar ofuscados, poder hablar con respeto sobre lo que nos acontece. El hecho de silenciar una emoción negativa sólo logrará que la reprimamos y que repercuta en nuestro bienestar. Debemos conversar acerca de los que nos sucede, para poder reflexionar sobre eso y que no impacte en nuestro organismo. Mantenernos saludables y reflexivos nos mantendrá en buena forma espiritual. Si por el contrario, dejamos que esas emociones se apoderen de nuestro cuerpo estaremos enfermándolo con malos pensamientos y sentimientos de ira o angustia que nos afectarán a nosotros y a nuestros hermanos. Mantenernos en conversación con Dios sobre nuestra forma de actuar y sobre nuestras frustraciones será lo más saludable.