“No faltó ni una palabra de las buenas promesas que el Señor había hecho a la casa de Israel; todas se cumplieron.”

Josué 21:45

El peso de nuestras promesas


Muchas veces prometemos algo en estado de desesperación, hacemos una promesa que pensamos no quebrantaremos, para que Dios nos libre de la angustia que algo nos provoca. Juramos al cielo y a Nuestro Señor que nos comportaremos de mejor manera, que abandonaremos determinada mala conducta, que seremos mejores cristianos y así la lista seguido. Lo que no tenemos en cuenta en ocasiones es el peso que tienen esos juramentos, ya que nuestra palabra para con Dios tiene un valor aún mayor.

Publicidad

Demasiado preocupados en que algo ocurra o cambie, podemos pedir cualquier cosa, sin pensar en las consecuencias que tendrá para nosotros mismos el no cumplir. No porque algo malo nos suceda, sino porque no seremos fieles con nosotros mismos. Antes de realizar un pedido a Dios Padre, debemos evaluar a conciencia qué es eso que solicitamos. Seguramente, reflexionando sobre ese asunto, comprenderemos que se trata de una prueba que nos hará más fuertes, que nos ayudará a madurar o evolucionar. Cabe preguntarnos por qué estamos tristes ante esas circunstancia y tener una conversación profunda con Nuestro Padre previo a hacer una promesa que luego no podamos cumplir. Si somos devotos leales, nuestras expectativas para el cambio serán alcanzables porque estaremos comprometidos con lo pedido.