“Solamente al Señor tu Dios debes seguir y rendir culto. Cumple sus mandamientos y obedécelo; sírvele y permanece fiel a él.”

Deuteronomio 13:4

Dejar la soberbia a un lado


Cuando nos invade el sentimiento de creernos “sabelotodos” seguramente recaigamos en el pecado de la soberbia. Nos pensamos invencibles, inteligentes por demás y podemos ser muy desagradables con nuestros hermanos. Estaremos eligiendo así el camino equivocado, uno en el que cada vez estaremos más solos, porque nuestro prójimo no admitirá esos destratos o faltas de respeto. En esos momentos no veremos que somos vulnerables, que somos pares a los nuestros, sino que confiaremos en que estamos por encima de ellos y de sus capacidades. No mostraremos nuestras inseguridades y miedos, llevaremos por delante nuestro un escudo para protegernos y que nadie pueda ver lo que no estamos dispuestos a mostrar.

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A veces para salir de ese estado precisamos volver a la humildad y quizás, pueda enfrentarnos esa realidad de golpe. No sabremos cómo reaccionar rápidamente si Dios no forma parte de nuestras vidas, si nos hemos alejado tanto de Él que no sabemos como volver a su encuentro. Lo bueno es que Nuestro Padre es atencioso y dedicado, que no guarda rencor por aquellos hijos que se han desviado del camino de la fe, sino que siempre los favorece para que regresen. Con su corazón cálido recibe a todos los que se encuentran en pena o en tristeza, los abraza y les da su amor y cuidado para que no se distancien de su gloria divina.