Habitar en el amor de Dios requiere de apertura y de disposición. Nuestra estabilidad en el vínculo con el Señor dependerá de la voluntad que tengamos para llevarlo a cabo. La prueba real de ellos será la recompensa que nos enviará Nuestro Padre por ser hijos fieles y devotos. Aliviaremos tensiones que nos aquejan en el día a día si realmente nos entregamos a conversar con Dios, a reflexionar con el. Tan sólo unos minutos al día en los que nos quedemos en silencio, en contacto sólo con Nuestro Padre Celestial.
Encontrarnos en la tranquilidad de nuestros hogares, o en cualquier espacio en el que podamos disponernos a pensar, a evaluar cómo nos estamos desenvolviendo en nuestras vidas. Dios siempre se hará presente para darnos claridad, para hacernos vivir en su gracia divina. Es más lo que perdemos si no podemos caminar junto a Él y a su enseñanza, pero para dejarlo entrar en nuestras vidas debemos ser abiertos de espíritu y entregar nuestros corazones. No siempre será fácil o tendrá momentos de felicidad, pero tendremos que seguir apostando a Dios y a su grandeza. Pedir con fe que Él nos otorgará, Dios es nuestra salvación y gloria, es quien nos fortalece y no nos dejará caer si confiamos en que extenderá su mano para sostenernos.