Andar los caminos que nos muestra el Señor muchas veces no incluirá momentos de regocijo, también los habrá de desolación y confusión. Lapsos de incertidumbre donde no sepamos a qué lugar ir, qué decisiones tomar, o si las que tomamos son las correctas. El dolor se interpondrá quizás entre nuestra voluntad y nuestros objetivos pero tendremos que permanecer fuertes y en reflexión con Dios Padre. Ese malestar va a formar nuestro carácter, nuestra propia forma de ver las cosas que nos rodean pero también, será un modo de fijar nuestros propios límites.
Poder movernos de lugares en los que no queremos estar, elegir dejar ir de nuestras vidas a personas que no nos hacen bien, o contemplar nuevas formas de vivir. Podremos hacer todo eso si estamos acompañados del Señor. Atentos a su consejo y viviendo bajo sus mandamientos, todo será posibilidad. Tener siempre un espacio para recibirlo en nuestros corazones, para alojarlo si necesitamos que reine en nuestros hogares. De la mano de Nuestro Dios recibiremos el empuje y el sostén que necesitamos en momentos de tomar decisiones certeras. Elegir siempre en función de su sabiduría y de la lección que Él necesite transmitirnos para ser mejores cristianos, eso nos dará la calma que precisamos.