“Pero el amor del Señor es eterno y siempre está con los que le temen; su justicia está con los hijos de sus hijos, con los que cumplen su pacto y se acuerdan de sus preceptos para ponerlos por obra.”

Salmos 103:17-18

Un acto de fe


Cuando nos encontramos abatidos por alguna situación muchas veces pedimos a Nuestro Señor que nos recompense de alguna forma, que nos muestre un verdadera acto de fe. Ofuscados y en caminos oscuros de rencor, podemos poner en juego a nuestras creencias. Podemos cuestionarlo todo cuando algo nos duele, cuando nuestro corazón está herido, cuando nuestra esperanza no forma parte del cotidiano. Cansados y confundidos por lo que sucede a nuestro alrededor, imploramos que exista un cambio, algo que nos mueva de esa situación.

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En un grito desesperado de ayuda, debemos recordar que Jesús a cometido el más grande de todos los actos de fe, perdonando todos nuestros pecados en la cruz. Como hijos de Dios también tendremos que hacer nuestros propios sacrificios para tener paz y tranquilidad en nuestras vidas. Abrirnos al amor de Dios y confiar realmente en Él, en lo que nos enseñará en cada momento, en cada vivencia. Allí recibiremos esa señal divina que tanto anhelamos, que de alguna manera pedimos a cambio de renovar nuestro compromiso, para reconciliarnos con Nuestro Padre Celestial cuando nuestra fe se encuentre lábil. Encontraremos refugio en el Señor, en su sabiduría, para alejarnos de esos momentos de desolación y superaremos cualquier obstáculo que se presente.