“En fin, vivan en armonía los unos con los otros; compartan penas y alegrías, practiquen el amor fraternal, sean compasivos y humildes.”

1 Pedro 3:8

Atesorar a nuestros afectos


Muchas veces caemos en el error de postergar encuentros porque creemos que seremos “eternos”, al igual que los que nos rodean. Cancelamos invitaciones a reuniones con amigos, no asistimos a cumpleaños de familiares o ponemos cualquier excusa con tal de no recibirlos en casa e interrumpir nuestro momento de ocio. Nos detenemos a pensar en pocas ocasiones sobre cómo sería la vida sin determinadas personas, pero puede suceder algo que nos los arrebate drásticamente. Allí, desesperados y angustiados recurrimos al Señor y nos enojamos con Él, cuando la rabia debería ser con nuestra pereza y desidia.

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Tener momentos de calidad con amigos y seres queridos debe ser algo muy valorado en estos tiempos. Pasar tiempo en comunión, disfrutando los pequeños detalles para generar nuevos e irrepetibles momentos. Dios nos ha brindado la gracia divina de poder compartir con nuestros hermanos, no desaprovechemos esas oportunidades por pensar que siempre habrá un mañana o que podemos volver a coordinar para verlos en cualquier momento. Permanezcamos agradecidos por la bendición de tener a esas personas en nuestras vidas. Eso nos mantendrá humildes y centrados en lo verdaderamente importante, en el amor de Dios y del prójimo. Celebremos cada día su existencia y su enseñanza.