El fariseo, puesto en pie, oraba consigo mismo de esta manera: Dios, te doy gracias porque no soy como los otros hombres, ladrones, injustos, adúlteros, ni aun como este publicano… Mas el publicano, estando lejos, no quería ni aun alzar los ojos al cielo, sino que se golpeaba el pecho, diciendo: Dios, sé propicio a mí, pecador.

Lucas 18:11-13

Humilde y con Esperanza junto al Amor


Muchas veces, sin darnos cuenta, tenemos actitudes arrogantes. Nos colocamos en una posición en la que miramos al prójimo como si estuviéramos arriba de una tarima.

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Claro, también les sucede a los hijos de Dios, en algún momento, creerse superiores a otros hermanos como refiere la parábola del fariseo y el publicano que hoy compartimos.


Tomemos nota de que este tipo de actitudes no son del agrado de Cristo, ya que es de aquellos de quienes nos queremos diferenciar a los que debemos acercar la palabra de nuestro Padre Celestial. El Señor ha multiplicado su misericordia en las almas que aun deambulan en la oscuridad.


Dios se interesa por todos sus hijos por igual, sin distinciones. Cuando nos entregamos a Su Gloria, nos percatamos del poder de nuestro Creador. Es por eso que levantamos nuestra mirada a los cielos cuando peticionamos ante Él.


Quien crea que es mas o merece más que sus hermanos estará imposibilitado de mirar sinceramente a Dios pues ocupara todo su tiempo en mirar hacia abajo, donde cree que están los demás.


Si la arrogancia te invade, redobla tus fuerzas para alejarla de ti. Acércate nuevamente a Dios a través de la oración y las escrituras. Cultiva tu humildad.


La humildad es sabiduría del Creador.


No perdamos la perspectiva de mirar a nuestros hermanos a los ojos, de igual a igual.