Si yo te preguntara dónde están tus hijos en este momento, o tus seres más queridos, seguramente sabrías responderme. Estás atento a ellos, los cuidas, te preocupas y velas por que nada malo les suceda. De la misma manera, Dios vela por nosotros y está atento a nuestras dificultades. De la misma manera en que esperas que tus hijos acudan a ti ante una dificultad, Dios espera tu llamado para acudir a Él si lo necesitas.
Ayer yo caminaba tranquilo por la ciudad, y pensaba en cuántos momentos de desesperación vivimos, creyendo que una tragedia se avecina, y cuántas veces gracias a Dios, eso no sucede. Si bien quisiéramos que no ocurriera nunca una situación de sufrimiento, que el dolor estuviera ausente de nuestras vidas por completo, sabemos que eso es imposible. Pero hemos vivido muchos momentos de preocupación, que luego se disuelven, nada malo ocurre, y los olvidamos al instante. Es bueno que los busques en tu memoria, porque allí podrás vivenciar el cuidado que los ángeles te prodigan. Al igual que nosotros lo hacemos con nuestros hijos, Él vela por nosotros, por eso no dejes de invocarlo cuando sientas la necesidad.
Hay momentos especiales en la vida en los que no podemos sin Él, y saber pedir ayuda es una de las más importantes señales de madurez que podemos dar.
Si pides, serás escuchado.