“¿Está enfermo alguno de ustedes? Haga llamar a los ancianos de la iglesia para que oren por él y lo unjan con aceite en el nombre del Señor. La oración de fe sanará al enfermo y el Señor lo levantará. Y si ha pecado, su pecado se le perdonará.”

Santiago 5:14-15

Qué nos trae la enfermedad


Los padecimientos físicos resultan muy molestos y pueden ponernos realmente fastidiosos. Cuando se trata de dolores de garganta, dolencias en el estómago o en la espalda, como también en otros sitios del cuerpo, quizás no estemos poniendo atención a alguna situación que estamos atravesando. Muchas veces cuando llevamos a cuestas duras cargas que no nos pertenecen, o cuando callamos nuestro malestar y nos encerramos en nuestros pensamientos, eso puede mostrarse a nivel físico, y también psíquico.

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En el momento en que nuestro cuerpo enferma es probable que nos quiera enseñar que debemos cuidar mucho más de nosotros mismos. Disponer de tiempo para orar, para estar en comunión con nuestros hermanos, para aprender el camino divino y la gracia del Señor. Por eso, en caso de que debamos descansar unos días para reponernos, siempre es mejor hacerlo en compañía de Dios Padre. Reflexionando acerca de los motivos por los que nuestro cuerpo necesita una pausa o precisa cuidados extra. Debemos comprender que no somos invencibles y que cuidar de nuestra salud será primordial para mantenernos sanos y poder continuar con nuestra vocación como cristianos. Pedir ayuda al prójimo en etapas de dolencia nos transformará en seres más vulnerables y dispuestos a recibir amor y cuidados.