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Algunas personas pasan mucho tiempo creyendo que no merecen la felicidad o que no están preparados para recibirla. Se esconden detrás de los problemas o se regocijan en angustias pasadas que ya nada tienen que ver con sus vidas actuales. A veces se quedan aferrados a algún fallecimiento de un ser querido y no logran disfrutar las buenas nuevas. Piensan una y otra vez sobre sus errores y miedos y no ven que han llegado a sus vidas la fortuna y la dicha.
Es difícil para esos hermanos cambiar su forma de pensar cuando sienten que todo está perdido y que ya no tienen un propósito certero en sus caminos. Pero su tiempo de de brillar ha llegado cuando dejan entrar al Señor en sus corazones.
Acercarnos como hermanos y darles una palabra de aliento puede mostrarles un panorama que habían creído olvidado. De la mano de Nuestro Padre Celestial ellos podrán reencontrarse con su fe y volver a percibir la alegría y la felicidad. Porque no todo está perdido y más aún cuando podemos estar en comunión con otros y dejar la tristeza a un lado. Comprender que Nuestro Padre nos pone a prueba con desafíos pero que desea que cada uno de nosotros encuentre la verdadera armonía y gracia en su Palabra. Mantenernos atentos a quienes más necesiten de consuelo puede sacarlos de una situación de dolor y ayudarlos a volver a conectarse con Nuestro Dios.
